Juan G. Campal: “Me gusta más leer que escribir”

Juan G. Campal. Foto: Alejandro Nemonio Aller

Manuel Cuenya

Narrador, columnista, poeta (o “escribidor de renglones cortos”), Juan G. Campal es un todoterreno de las letras, aunque él insista en que es sólo “un incurable aprendiz de escribidor”, algo que hace en todo caso por necesidad, “por salvarse, sobre todo, de sí mismo”, apostilla. Por eso la escritura le viene sirviendo, al menos, hasta hoy, acaso como terapia. No en vano, la escritura cumple una función terapéutica. Con lo cual, todo el mundo debiera ponerla en práctica, sobre todo ahora que vivimos en un mundo virtual, audiovisual. En realidad, todos somos aprendices de escribidores porque, mientras haya vida, seguiremos aprendiendo. Aprendiendo, a ser posible, hasta el final de nuestros días.

Campal es, pues, “un sencillo –no le gusta la palabra simple– ciudadano que tiene la suerte, el privilegio, de expresar, semanalmente, su opinión libre sobre varios temas”. Al que le gusta, también, escribir lo que él llama “campaladas”. Vaya aquí un ejemplo:

“-¿Y usted escribe a mano, a máquina o a ordenador?

-¿Yo?... Yo escribo a corazón, a alma“.

Escribe a corazón, a alma, lo que sería lo mismo que escribir con corazón, con alma, que es como uno, modestamente, debería escribir. Con templanza estoica en un jardín epicúreo, en este caso en el Carmen de la Victoria de la Universidad de Granada, ha escrito sus 'Pliegos del sur', su obra reciente publicada por PiEdiciones, comandada por Puri Sánchez e Iñaki Hernán. Con la presencia del genio Lorca, a quien cita y hasta le dedica algún poema como 'Huerta de San Vicente'.

“...Cuando visito tu casa, no te idolatro;/ la hago templo donde rendir memoria/ a todos los inocentes de la memoria del mundo,/ a todos los humillados, torturados, asesinados./ Cuando te escribo, a todos ellos escribo,/ cuando digo tu nombre,/ sus miles de nombres pronuncio y homenajeo/ en el tuyo, Federico.”

(Juan G. Campal, 'Huerta de San Vicente', poema incluido en 'Pliegos del Sur')

Recuerda “este hombre en permanente construcción” que fue un niño enfermizo y pésimo estudiante, pero con un padre muy lector, de los que incluso leía entre líneas, (“había que salvarse en el tan olvidado exilio interior”), que le encargaba redacciones o copiar textos.

De esas lecturas y ejercicios y del paulatino descubrimiento del mundo y de la vida puede que venga su vocación por la literatura. “Me gusta más leer que escribir”, sostiene Campal, que se siente premiado con el solo hecho de haber emocionado o conseguir emocionar, aliviar a alguien, a una sola persona.

“Sólo soy un hombre que, inexplicable e incomprensiblemente, ha tenido la suerte, el privilegio, de haber vivido y vivir en el llamado 'primer mundo'”, nos recuerda Juan, consciente de lo importante que es nacer en este primer mundo, que nos permite leer y escribir, cuando en el tercer mundo lo esencial es sobrevivir, poder subsistir, lograr comer cada día.

Aunque no se considere feliz, “tendría que ser muy insensato o algo mucho peor” (pues sería la suya, a su juicio, una actitud injusta y soberbia), habida cuenta del mundo, cercano y lejano, que existe, sí ha tenido la ocasión –la suerte me atrevería a decir, bien merecida, por supuesto– de trabajar en la Universidad de León hasta su jubilación en su empleo educativo, porque Campal nunca se jubilará de la lectura y la escritura creativas, actividades magníficas en la vida de una persona.

Personalmente no uso criterios literarios ni para la narrativa ni la para la poesía... Me guío por lo que me emociona o mejora como persona, como ser humano

La Universidad como inspiración literaria

“Bueno, haber trabajado siempre en la Educación, desde los 18 años, bien fuera en la delegación provincial del viejo MEC en Oviedo, después en su Universidad y desde 1980 en la de León, profesional y humanamente, y aun fuera como parte de la 'intendencia necesaria' que diría don Miguel Cordero del Campillo, es decir en su administración y servicios, ha sido todo un privilegio, una suerte de la vida”, reconoce alegre Juan, quien da gracias a la vida por sus circunstancias, que considera privilegiadas, “con techo, comida, atuendo, sin frío y con mayor tiempo disponible para el paseo, la observación, la lectura, la escritura... la vida propia”. Una maravilla, sin duda, que él ha sabido aprovechar para leer y escribir, para vivir, en definitiva. Aunque sus últimos libros hasta ahora, a saber, 'Cuadernos deshojados' y 'Pliegos del Sur', publicados ya en su tiempo jubiloso, “fueron escritos en tiempo de labor –asegura él–, eso sí, fuera de su horario”.

“...Y de nuevo tú, Carmen, me acoges en tu Victoria/ de perenne vergel abierto y abierta casa,/ de ecléctico paraíso humano, redentor y bello./ A ti acudo en busca de certezas/ y me envuelve en tu presencia/ la erótica memoria del pasado...”

(Juan G. Campal, 'Pliegos del Sur')

Cuenta que la Universidad –“escrito con mayúscula por cariño, gratitud y respeto”- le ha procurado relacionarse con personas de saber, aparte de “las circunstancias ajenas, personales y mundanas que llegas a conocer”, que le ha servido de mucho en su escritura. Si bien “la vida estaba y está, también, más allá, fuera de la Universidad”, añade este hombre educado, cortés, caballeroso, inteligente, siempre elegante y familiar, a quien conozco desde hace años, que maneja las palabras con destreza, con maestría. No hace falta más que leerlo en sus columnas semanales en 'La Nueva Crónica', donde plasma su prosa literaria. Algunas de las cuales recoge en 'Cuadernos deshojados', cuyo editor es el también escritor Juan Manuel Martínez Valdueza, a quien hemos tenido la ocasión de entrevistar en esta misma sección de la fragua literaria leonesa.

Y cuyo prólogo corresponde al escritor y director de 'La Nueva Crónica' David Rubio, quien le dedica estas palabras a Campal: “Disidente y agnóstico hasta de sí mismo, según él mismo confiesa, este hombre en permanente construcción repasa en estas letras la vida cultural provincial... los movimientos de tiburones en la política, la hipocresía y el descaro, las imputaciones reales, en verso y en prosa, los extraños mecanismos de la memoria, la fugacidad de lo que hoy pasa ante nuestros ojos, la fragilidad de Europa, la vida y la muerte, la literatura, el periodismo, la fotografía, la escultura, el terrorismo, las cunetas de una sociedad engreída que sólo se preocupa por reclamar sus derechos y que ignora a quienes lucharon para conseguirlos”.

Por su parte, Campal dice que no sabe si hace buena literatura en sus columnas, pero que intenta hacerlas lo mejor posible. “Las hay en las que te puede el tema tratado y otras en las que tú lo puedes a él aportándole, digamos, belleza por áspero que sea”, matiza este creador, al que nacieran en Oviedo, aunque lleva ya muchos años en León. Sea como fuere, no se siente 'identitariamente' asturiano, ni leonés ni astur-leonés.

Sólo espero y deseo que se les respete a los jóvenes poetas y narradores de León, que se les dé opinión si la piden, que ninguno de los abades o prosélitos de las muchas cofradías, ¿literarias?, existentes, por otro tipo de intereses, los quieran convertir en sardinas para la propia ascua

“León es la ciudad donde más años he vivido, dónde he madurado como persona, en la que he sido padre y donde residen la mayor parte de mis amistades y afectos; que, para mí, fumador empedernido, tiene la gran ventaja de ser plana y, a falta de mar, estar entre ríos y de gozar la mayoría de los días de un cielo consolador, vivificante”, aclara Campal, quien, con su característico sentido del humor, nos habla de que haber nacido en Asturias es un milagro, una accidental circunstancia, como lo es el hecho de ser gestado, “que precisamente aquel espermatozoide entre millones fecundase aquel óvulo liberado entre una, más o menos, veintena de posibilidades y que esa coincidencia diera lugar a mi persona me parece ya un accidental milagro. ¿Por qué yo y no cualquiera de las otras miles de posibilidades?”

Otro 'milagro' o accidental circunstancia es, en su opinión, la incomprensible emoción, “diría que ancestral en su sentido de remota, cuando llego a sus paisajes –se refiere a Asturias–. No lo identifico con ninguna posibilidad de patria, ni grande ni chica, sino con un gozoso, no sé si del todo racional, vínculo entre el hombre y la tierra que lo vio nacer y crecer”.

En cualquier caso, cree que la relación existente entre Asturias y León en el ámbito literario se está permeabilizando en los últimos años, “merced a encuentros literarios no sólo astur-leoneses o león-astures, sino de una mayor influencia geográfica, los conocimientos o amistades personales que en ellos se generan y gracias también a la facilidades informativas que suponen las redes sociales. Pero hablando de literatura, en cualquier género, no debemos olvidar las características principales de cualquiera de sus dos caras, escritura y lectura: son actos íntimos, solitarios, en los que bien creas o recreas el texto. Lo demás son relaciones humanas, personales o, digamos, gremiales”.

Participante activo del Ágora poética leonesa (que pusiera en marcha el gran Ramiro Pinto), entre otros eventos literarios, Campal tiene la impresión de que el mundo literario, por humano, no es mejor ni peor que el resto del mundo. “Personalmente no uso criterios literarios ni para la narrativa ni la para la poesía... Me guío por lo que me emociona o mejora como persona, como ser humano. Lo que veo es que hay muchas personas escribiendo –no es mi papel decir si bien o mal–, y eso siempre me parece conveniente y plausible. No creo en los ungidos o elegidos, creo más bien en la voluntad y si ésta es buena voluntad, aún mejor. Por lo que sé y aunque con diferentes formatos la explosión es igual a ambos lados del Pajares (yo soy del plan antiguo)”.

La joven poesía y narrativa leonesa

Respecto a los jóvenes poetas o narradores leoneses, entre otros Aarón Alonso, Marina Díez, Alba Flores o Clara Antúnez..., Campal está convencido de que son la vida, la libertad, la frescura, las ganas, “no ambición, de ser y hacerse. ¡Envidiables! Y no lo digo por jóvenes, sino por contar con unas circunstancias muy poco parecidas, más favorables, creo, a las de generaciones anteriores y, sobre todo, porque el mundo aún no los ha contaminado. Claro que esto es de mi vetusto punto de vista...Sólo espero y deseo que se les respete, que se les dé opinión si la piden, que ninguno de los abades o prosélitos de las muchas cofradías, ¿literarias?, existentes, por otro tipo de intereses, los quieran convertir en sardinas para la propia ascua. Pero siempre podrán además aplicar el 'viviendo y aprendiendo'”.

Autor de varias obras, entre ellas 'Escritos con Lara al fondo' o 'Textos al aire', Campal colaboró en un libro homenaje al gran poeta astur Ángel González (que viviera/convaleciera durante tres años en la localidad berciana de Páramo del Sil), una obra que le dedicara la Asociación de escritores de Asturias.

Ángel González me salvó no sólo con su 'Grado elemental' con el que llegué a él, sino con su palabra viva y exclusiva para mí en Candás, en un paseo de este escudero con su señor, fue, diría, un padre que muy cariñosamente me riñó y salvó.

“Ángel González me salvó no sólo con su 'Grado elemental' con el que llegué a él, sino con su palabra viva y exclusiva para mí en Candás, en un paseo de este escudero con su señor, fue, diría, un padre que muy cariñosamente me riñó y salvó”.

Asimismo, señala a André Gide, Albert Camus y José Luis Sampedro como a sus maestros, quienes le han dejado huella emocional, reflexiva, “el primero me recordó, leyéndolo, la necesidad de hacerme cargo de mí mismo, el segundo, la obligación ética y moral de no desentenderme de los demás, el tercero, Sampedro, la de vivir, la de ser vividor”.

Se siente satisfecho con las editoriales Akrón, Csed y PiEdiciones, que han tenido la generosidad de publicar sus libros, No obstante, se lamenta de que otras muchas, de aquí, allá y acullá, a las que en algún momento se dirigiera, “-ellas saben las que son y aclaro, por amistad con Héctor, que no está entre ellas Eolas- carecen de la mínima educación. Ya ni se dignan, no saben, es verbo desconocido, contestar; ya son más fabricantes de libros que editores, ya están más preocupados por la libreta de sus apuntes, la cuenta de resultados les queda grande, que por otra cosa”, afirma este autor que siempre o casi siempre está escribiendo, ya en la libreta o el ordenador, ya en su cabeza, anotando “campaladas” aquí y allá, cual si fuera un Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías. “Los renglones cortos, por fortuna, me siguen asaltando como me sigue asaltando, en su mejor acepción, la vida”.

En estos momentos, confiesa estar ocupado en escribir el sexagésimo cuarto año de la vida de un hombre en trescientos sesenta y cinco párrafos de 64 palabras cada uno. Y a la vez intenta avanzar en la que se ha convertido en interminable novela, '31 días de febrero', aunque a veces le gustaría preparar “el caldero para prenderle fuego y librarme de los personajes que la habitan y, sobre todo, de mi mala conciencia”, finaliza.

Entrevista breve Juan Campal

“Sobran patrias y patriotas de vario grado, políticos profesionales y hacen falta humanistas”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

¡Ay, estas preguntas selectivo-eliminatorias! Pues, las 'Meditaciones', de Marco Aurelio, que será mi próxima relectura.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

¿Imprescindible en la literatura?, cualquiera de los que ahora estén en su lugar elegido buscando la palabra que los alivie y que después, ojalá, me aliviará a mí o a cualquier otro. ¿En la vida? Mi hija, Lara. Después todas y cada una de las personas que amo, que quiero, que estimo, que admiro, que me ayudan a construirme y a sobrellevarme.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

¿Te das cuenta del poder de dañar que pones en mi pobre persona? Por qué dañar o disgustar a alguien por cuestiones de discutible gusto personal.

Un rasgo que defina tu personalidad.

De un lado, quizás mi apasionado enamoramiento de la vida, la gratitud que me inspira su generosidad para conmigo; de otro, sin duda, el temperamento difícil que cada día procuro educar hacia un equilibrado carácter.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La diaria y heroica honesta responsabilidad, la sensualidad, la alegría, la sabiamente enseñada por Spinoza, no la fachendosa... Tantas.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Como sainete está bien, como arte de procurar y administrar el bien común deja mucho que desear. Sobran patrias y patriotas de vario grado, políticos profesionales y hacen falta humanistas.

De la sociedad siempre me pregunto si habremos, como suma de individuos, aprendido algo de los escarnios sufridos llamados crisis.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Contemplarla, observarla, vivirla con voluptuosidad.

¿Por qué escribes?

Por necesidad, me gusta, me salva de mí mismo.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Puedo hablar de Facebook, y no, para ejercitar el estilo, mejor, para escribir está el acto solitario, íntimo, de la escritura. Después, si lo publicas en las redes o no, eso es otra cosa.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

La vida, lo leído, lo ensoñado, el mundo y sus buenas y pésimas cosas.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Ahora mismo no, sigo a algunas personas en Facebook y leo y leo y leo en papel.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Si lo entendiese dudo que lo resistiera. Como a mí, qué decir. ¡Tanto por hacer!

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