¿Se puede salir del capitalismo por el bien del planeta?

Un gran atasco de vehículos intentando entrar en una ciudad.

Como además de erudito y competente es leonés, y siempre es un placer acercarse a sus ideas, leí hace poco un artículo de Antonio Turiel en el que explicaba por enésima vez que la única salvación del planeta y de la Humanidad pasa por salir del marco mental del capitalismo, buscando algún tipo de alternativa al crecimiento infinito.

Supongo que podría tener razón, aunque personalmente tenga mis reservas al respecto, pero lo cierto es que no me parece importante en la práctica. Ni siquiera vale la pena, añado, entrar a debatir cómo sería el sistema preferible, ni cual sería este. ¿Comunismo? ¿Cooperativismo? ¿Economía social humanista? ¿Comunión de los santos? ¿Budismo industrial? ¿socialdemocracia responsable? ¿Despotismo ilustrado?

Da igual.

A día de hoy, ese es un debate tan absurdo y tan estéril como no decir nada. Dedicar tiempo y energías a semejante disquisición es, creo yo, un esfuerzo casi teológico, tan inane como presentar un informe de quinientas páginas sobre la reforma agraria en la Tierra Media, o como hablar de las ventajas e inconvenientes de que el ser humano tuviese cuatro brazos, párpados en las orejas o tres ombligos.

Si partimos del marco mental del capitalismo, tóxico o no, es porque ahí es donde estamos. A lo mejor a León le vendría mejor el Ebro que el Bernesga, oye, pero hay que jorobarse. Vivimos en el capitalismo, eso es un hecho, y con los hechos se negocia malamente. Ese es el punto primero, que difícilmente se puede debatir: estamos ahí.

Como punto segundo, vamos a aceptar que ese marco acaba con nosotros y hay que cambiarlo. Lo aceptamos como premisa. Como bien dice Antonio Turiel, esto se enfrenta a multitud de resistencias, todas enormes, capaces de impedir o retardar siquiera la asunción de que el marco actual es catastrófico. Pero me permito aceptar esa tesis. Hay que salir del marco ideológico capitalista.

Y aquí, en el punto tercero, es donde se encuentra el obstáculo incapacitante que esteriliza el debate, convirtiéndolo en riña de teólogos que debaten no sólo el sexo de los ángeles, sino también sus productos de higiene íntima. ¿Dónde y cómo tenemos capacidad de decidir o incluso proponer un cambio de sistema? Se trata de un problema global, pero la capacidad de decisión se encuentra fragmentada en soberanías locales. ¿Hay algún tipo de gobierno mundial que permita tomar decisiones reales de modo vinculante a todo el planeta? Por supuesto que no. ¿De qué sirven entonces las decisiones locales? De nada en absoluto, a no ser que valoremos como solución el tener buena conciencia y poder espetar a los demás aquello de “ya te lo había dicho” cuando llegue el desastre. Porque quedas muy bien y muy a gusto, pero no sirve de nada.

Da igual, completamente, el sistema que se proponga, mientras no se cuente con los instrumentos para ponerlo en marcha a nivel global. Un país cualquiera, el que nos dé la gana, puede volverse de pronto ecológico, sostenible, responsable y beatífico, que eso, si no es capaz de imponer por la fuerza sus tesis, sólo servirá para que el ahorro de recursos que genere sea inmediatamente absorbido por el resto, y a menor precio. Sí, de verdad: cuando dejas de consumir una cosa que ya se ha producido, hay una oferta vacante de esa cosa y baja su precio para quien la siga demandando. Si dejamos de consumir gasolina aquí, por ejemplo, el que en Perú iba en burro comenzará a ir en moto.

Así que a ver: cuando decimos que hay que salir del capitalismo, ¿a quién se lo decimos? ¿A nosotros mismos, para sentirnos mejor, o a gente que tiene su propio Gobierno y sus propios intereses, y vota en su propia jurisdicción nacional? Y eso si, con suerte, le dejan votar.

¿Optar por un sistema decrecentista?

Y si optamos nosotros solos por un sistema decrecentista, el que queráis, ¿de qué va a servir eso? ¿Vamos a evitar los veranos cada vez más cálidos y los eventos meteorológicos cada vez más violentos? ¿Vamos a evitar que nos exterminen como moscas si ahí fuera se declara una guerra por los recursos?

No hay soluciones locales a los problemas globales. ¿Pero queremos generar un sistema global de gobernanza renunciando a toda idea que se asemeje a la soberanía? Nos queda todo por andar y no parece que en España, con nuestras trifulcas territoriales, estemos por la labor de ceder la soberanía, la poquita que tenemos, a entidades mayores, sino más bien el contrario.

Estamos ante un problema similar al que se plantearía si los británicos quisieran dejar de conducir por la izquierda y quisieran conducir por la derecha, para coordinarse con el resto del continente. No, de verdad: no se puede hacer gradualmente, para concienciarse y hacer lo correcto. Si no lo hace todo el mundo a la vez, el que lo intente en primer lugar, se estrella.

Y no hay nadie, hoy por hoy, que pueda tomar esa decisión. Ni mucho menos imponerla. No hay ningún sistema alternativo que pueda imponerse coordinadamente a nivel global, porque no hay ni instituciones ni autoridades globales capaces de regular tal cosa y hacerlo a nivel local es completamente estéril y además muy peligroso. Y además no las queremos, porque el que puede convertir en reino su pueblo, no lo duda ni un instante.

De momento es lo que hay.

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