Confirman la presencia de campamentos romanos en la entrada gallega al Bierzo

El vuelo americano del 57 (izqda), el Interministerial español (1983) y Lidar (2010) de la Cortina en Balboa (arriba) y de Perturexe (abajo).

Jesús María López de Uribe

Un estudio arqueológico realizado por, entre otros, el arqueólogo de la Junta en León, Julio Vidal, y miembros del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) las Universidades de Oviedo y Santiago de Compostela, certifica la existencia de tres zonas campamentales romanas 'de verano' en la frontera entre Galicia y El Bierzo en la provincia de León y en parajes montañosos entre los mil y los mil quinientos metros de altura.

Publicado en el número 29 de 'Anales de Arqueología Cordobesa' en el año 2018 —y firmado por Vidal, David González Álvarez, del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, Andrés Menéndez Blanco, de la Universidad de Oviedo y José Manuel Costa-García, de la Universidad de Santiago de Compostela—, se basa en la confrontación de las fotos aéreas tomadas desde 1945 hasta 2014 en España y diversas técnicas modernas de procesos de contorno y generación de curvas de nivel para ortofotos digitales por satélite.

Un trabajo, de varios años de investigación, que concluye que tanto en el alto del Circo en la Cortina de los Moros como en la Sierra de la Casiña (en el municipio de Balboa) y en las Peñas de Perturexe (Villafranca del Bierzo) se han encontrado tres recintos campamentales romanos 'aestiva' ('estivales' literalmente en latín, aunque es como dirían “de campaña”), que bien pueden mostrar el avance de conquista de las tropas romanas desde el territorio galaico en la guerra contra los astures, o posiciones de control militar en tiempos posteriores debido a la presencia de explotaciones auríferas en la zona.

La importancia de este estudio se basa en que apuntala la hipótesis de la operación de flanqueo y pinza que tuvo que realizar el emperador Augusto para conquistar a los astures, aportando pruebas de una de las vías de entrada de las legiones desde el territorio galaico (una tribu que ya había sido derrotada y conquistada por los romanos hacía decenas de años), ya que hasta ahora no se habían certificado recintos campamentales en El Bierzo.

Las guerras astures fueron de las más duras para los romanos (incluso Augusto llegó a perder su primera águila de legión al final de aquel durísimo conflicto treinta años antes que el desastre de Teotoburgo). De tal forma que para conquistarlos (junto a los cántabros) tuvieron que ir avanzando sobre los riscos para evitar los valles donde eran emboscados continuamente. No es casual que eligieran este camino. Tan común para pasar del Bierzo a Galicia que por allí pasan las vías romanas 19 y 20 del Itinerario Antonino, o el ferrocarril entre León y Galicia o la Nacional VI y, en el siglo XXI la autovía A-6. Es el camino natural, histórico y económico para pasar al otro lado.

Su táctica era ir reconociendo los lugares donde poder instalar una posición militar en las cumbres de las montañas que lo permitieran e ir avanzando y asegurando el territorio. Posiciones que luego, en invierno destruían y volvían a reconstruir en primavera, o al menos así se ha descubierto que lo hacían en La Carisa para cruzar la cornisa cantábrica entre las dos zonas astures del Sur, la cismontana (la actual provincia de León y el norte de Zamora), y del Norte, la trasmontana (la que hoy es el Principado de Asturias).

Aún así, los autores también son cautos ya que indican que “resulta perfectamente comprensible considerar el tránsito a través de estos puertos (refiriéndose a las cadenas montañosas que rodean el valle de Balboa que facilitan la conexión entre la llanura berciana y los altos que dan paso a la cuenca del río Miño, como el Portelo, el Cumial, Piedrafita del Cebreiro y el mismo Cebreiro) por parte del ejército romano, bien fuese en el marco de la conquista; o bien en tiempos posteriores” para proteger las explotaciones auríferas.

Impulso a la investigación en Historia Militar

Otra de las grandes aportaciones de esta investigación es dotar a la Historia Militar de más pruebas para consolidar esta disciplina en España, que había sido muy maltratada por la historiografía del siglo XX más dada a la epigrafía y el estudio de los textos clásicos.

“Paradójicamente —explican las conclusiones del informe de 2018—, ha sido en estas regiones montañosas y poco pobladas donde se han identificado con mayor nitidez estructuras arqueológicas tan sensibles como los campamentos temporales, contribuyendo así a cambiar el paradigma imperante acerca de la naturaleza material de las fortificaciones romanas. Su localización y dispersión por el territorio nos permite además entender mejor la movilidad de las tropas romanas a través de estos espacios y definir determinadas dinámicas recurrentes. Se derriba así el estatismo que definía a los estudios sobre el ejército romano algunas décadas atrás”.

“La emergencia progresiva de nuevos asentamientos militares romanos alrededorde la Hoya Berciana en los últimos años insiste en la necesidad de estudiar con más atención esta comarca”, advierten los estudiosos. “La presencia de 'castra aestiva' (”campamentos de verano“) en Balboa, Ancares, los valles del Eria o el Órbigo nos obligan a pensar que el vacío que se advierte ahora mismo en El Bierzo responde a carencias investigadoras o a la mala conservación de los restos. De otro modo, la contextualización de algunos de estos campamentos evidencia su relación con movimientos de tropas que tuvieron que cruzar los valles del Sil y el Cúa” y por eso reclaman más atención a este paso que puede explicar uno de los movimientos militares de flanqueo que consiguieron acabar con la tremenda resistencia de los astures.

“La acumulación de nuevos datos arqueológicos abre nuevas perspectivas de estudio, pero es aún mucho lo que resta por hacer desde un punto de vista investigador”, esgrimen para concluir: “Estos sitios deben ser estudiados dentro de un contexto arqueológico y paisajístico más amplio. Independientemente de su función última, el tránsito de los soldados romanos por estas montañas se enmarca en un proceso de transformación de estos territorios derivado de su integración en el esquema administrativo imperial romano. Es preciso, por tanto, integrar en estas narrativas el papel activo que desempeñarían las comunidades castreñas, durante y tras la llegada de Roma”.

Tres recintos en el paso de Piedrafita

El estudio se centra en esos tres restos de estructuras campamentales, que han corrido diversa suerte a lo largo del tiempo. Uno de ellos incluso estaba localizado antes, pero de forma errónea como yacimiento prehistórico. Es el que se encuentra sobre el alto del Circo en La Casiña (Balboa, a 1.293 metros sobre el nivel del mar) en las estribaciones occidentales de la Serra de Ancares que sirven de divisoria de aguas entre las cuencas de los ríos Navia y Sil.

“La elevación domina visualmente el paisaje montañoso inmediato, unos tres kilómetros a la redonda y se encuentra a tan solo dos kilómetros en dirección Noroeste del importante paso de O Portelo”, apuntan. El recinto está entre León y Galicia, cosa habitual en estos yacimientos, ya que ocurre lo mismo en la vía de la Carisa en el del Picu Llagüezus entre Asturias y León. Los romanos sabían bien dónde ponían sus fortificaciones para vigilar el territorio.

De este campamento se comenta que en los vuelos de 1957 se podía observar que “el perímetro defensivo se encontraba casi íntegro, con alteraciones puntuales”, pero ya los del Iryda en 1983 y el Nacional de 1986 “muestran los efectos de la expansión de plantaciones de coníferas y las fotos del Plan Quinquenal 2000-2002 evidencian que este proceso destructivo habría arrasado el 70% de las defensas del campamento en menos de dos décadas, en particular aquellas situadas en territorio gallego”.

Su delineación es aparentemente extraña porque se ajusta al terreno. Buscan un cuadrado, pero en una de sus esquinas parece que los soldados realizaron una semicircunferencia; posiblemente para adaptarse a la pendiente. Así que queda una planta trapezoidal. “Su diseño regular se ve afectado en el sector Noreste al adaptarse a la morfología de la cresta montañosa. De este modo, su eje Este Sureste-Oeste Noroeste alcanza unos 250 metros de extensión máxima, mientras que el Sur Suroeste-Nor Noroeste oscila entre los 90 y los 210 metros. La superficie total del recinto es ligeramente inferior a las 4,5 hectáreas”, según lo definen en el artículo y podría haber albergado entre dos mil y dos mil seiscientos hombres.

Estructuras en peligro de desaparición por la reforestación

Respecto al recinto de la Sierra de la Casiña (Balboa, 1.050-1.083 metros sobre el nivel del mar) los investigadores explican que “resulta prácticamente inapreciable en la fotografía aérea anterior al desarrollo del PNOA (2004). La escasa entidad de las estructuras, posiblemente erosionadas de antiguo, y la densidad del monte bajo sólo permiten distinguir parte de su trazado original”.

Según ellos, “la maquinaria pesada ha allanado los ya afectados parapetos, borrando elementos tan representantivo como la 'clauicula' meridional” concluyendo que “de proseguir este ciclo de limpiezas, las estructuras habrán desaparecido por completo en pocos años”.

Éste es el campamento más 'clásico' de todos ellos, puesto que se ven perfectamente sus cuatro lados. “En planta se reconoce un único recinto rectangular con esquinales redondeados cuyo eje mayor se orienta en dirección Sur Sureste-Nor Noroeste. El lienzo Este Noreste alcanzaría los 405 metros de longitud, mientras que los lados menores muestran dimensiones desiguales: 295 metros el Sur Suroeste y 275 el Nor Noroeste”. Las defensas tienen en algunos puntos “un desnivel absoluto de dos metros, dibujando dos lienzos rectilíneos de desigual tamaño conectados por un esquinal rectangular redondeado”.

Es un recinto de aproximadamente 11,6 hectáreas de extensión —podría haber albergado una legión entera con auxiliares, ya que calculan que cabrían entre 5.600 y 6.500 hombres— que, “si bien no es perfectamente regular” (no está claro que el lienzo que no se ve fuera perfectamente rectilíneo, en un intento por salvar la vaguada), “muestra la característica planta en forma de naipe de los campamentos temporales de marcha de cronología alto imperial romana”, apunta el informe arqueológico.

El 'más' inédito, en Villafranca del Bierzo

El tercero, es el del recinto de Perturexe (en Villafranca del Bierzo a 1.454 metros de altura sobre el nivel del mar), que según los autores tiene una historia “muy similar”. “De acuerdo con ambas series de vuelo americano (1946 y 1957), a mediados del siglo pasado sus parapetos alcanzaban una mayor longitud que en la actualidad. Las evidencias constructivas se concentraban al suroeste del camino que atraviesa la sierra con dirección Sur Noroeste, por lo que parece que la conservación del perímetro defensivo en los restantes sectores se habría visto dificultada por la pendiente más acusada de las laderas”.

Los límites que se han podido detectar son sólo los de dos lados. Es el campamento más 'novedoso', permaneciendo inédito hasta la publicación del estudio en 2018. “Hasta donde pueden reconocerse, se han documentado un parapeto allanado de 4 metros de anchura y un foso exterior muy colmatado que dibujan en planta dos lienzos rectilíneos con trazados perpendiculares unidos en un esquinal redondeado”. Los cálculos es que tuviera una planta de 3,5 hectáreas y pudiera haber albergado entre 1.600 y 2.200 militares romanos.

Unos restos que también corren peligro tras los trabajos de reforestación del siglo XX: “La roturación con medios mecánicos y su reforestación parcial a partir de la década de 1970 incrementaron el deterioro del recinto y el sector conservado se ve aún sometido a los efectos de los desbroces regulares”.

“Los yacimientos estudiados no sólo presentan un bajo grado de visibilidad sobre el terreno, sino que además están caracterizados por su fragilidad estructural”, apuntan los arqueólogos y estudiosos universitarios. Esto es debido a que no eran unas estructuras fijas, ya que fueron concebidos como recintos temporales “e incluso eran destruidos al abandonarse para evitar su reocupación por el enemigo”, concuerdan.

Nada de 'aviones espía'

Esta noticia se conoció a primeros de esta semana por multitud de grandilocuentes titulares que indicaban que 'aviones espía' localizaron estos tres campamentos. No sólo el estudio es del año pasado sino que titular así es una 'boutade' de gran calibre que se han 'tragado' todos los medios de comunicación sin rechistar. Es absolutamente falso y fuera de lugar, despreciando el trabajo de los arqueólogos.

Sólo en uno de los tres lugares, el de Perturexe de Villafranca del Bierzo, los estudiosos reconocen detectar estructuras en el vuelo estadounidense de 1946, y además revisan muchas más fotografías e imágenes de satélite, además de ir a reconocer el terreno in situ.

Un bonito cuento y un titular atractivo para atraer al lector, pero resulta que en 1946 no existía el concepto de avión espía, sino de reconocimiento; y, además, Franco ya había dado permiso a los norteamericanos al finalizar la Segunda Guerra Mundial —y no había hecho nada reseñable para evitarlo durante el conflicto hasta mayo de 1945— para sobrevolar España siempre que fueran escoltados por cazas nacionales. A este vuelo se le conoce como 'Serie A' ortofotográfica.

Y el otro vuelo americano de 1956 y 1957 —que sí se revisa en éste y en el de La Cortina de los Moros en Balboa— de espía no tiene nada: no es nada secreto ni tiene que ver con operaciones de espionaje. Fue una labor cartográfica que se reforzó con los acuerdos militares firmados entre España y los Estados Unidos de América en 1953 que dieron lugar al asentamiento de bases militares americanas en España y que permitieron la realización de un segundo vuelo de cobertura nacional en colaboración con el Servicio Geográfico del Ejército (SGE) y el Instituto Geográfico Nacional (IGN) en 1956-57, conocido como 'Serie B'. En este enlace se puede conseguir información sobre ellos y encontrar cómo ver aquellas fotografías en el ordenador de casa.

Además, hay que tener en cuenta que los estudiosos compaginaron diversas técnicas y exploraciones 'in situ' sobre el terreno, con desbroces incluidos, para certificar la presencia de estas tres estructuras militares de época augustea. En el mismo estudio (que se puede descargar aquí) indican que se revisaron los vuelos fotogramétricos históricos disponibles tanto en la Fototeca Digital del Centro Nacional de Información Geográfica (CNIG) como en los repositorios de la Junta de Castilla y León.

Es decir, que se basaron en las series A (1945-1946) y B (1956-1957) del Vuelo Americano, en los vuelos Interministerial del Iryda (1977-1983), Nacional (1980-1986) y Quinquenal (1997-2002). Y además examinaron el Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA) —realizado entre 2004-2014 con resultados de infrarrojos—, junto con las fotografías aéreas y por satélite facilitadas por las compañías Google (2005-2010) y Bing de Microsoft (2011-2012).

Tecnología Lidar para visualizar las imágenes por satélite

También recurrieron “a la tecnología Lidar ('Light Detection and Ranging') aérea, que ha mostrado su efectividad en el estudio de estructuras arqueológicas localizadas en áreas boscosas o de tupida vegetación”. “Las nubes de puntos disponibles en el Centro de Descargas del Centro Nacional de Información Geográfica, con una densidad media de 0,5 puntos por metro cuadrado, se procesaron informáticamente con el fin de obtener un modelo digital del terreno (MDT) con 1 metro de resolución sobre el que se aplicaron diversos modelos de visualización”, según manifiestan en el estudio que se puede consultar pinchando aquí.

Además, sólo se podría hablar de 'descubrimientos' en los campamentos de la Casiña y Perturexe —que sería el más novedoso y este sí del siglo XXI—, puesto que el primer yacimiento del alto del Circo en la Cortina de los Moros ya estaba recogido en el plan urbanístico del municipio lucense de Cervantes y en la carta arqueológica de Balboa y en algún inventario autonómico en los años ochenta del siglo XX. Aunque eso sí, de forma imprecisa y confundiéndolo ya que se lo relacionaba con posibles asentamientos o túmulos prehistóricos.

Aviones espía y guerra fría no parecen concordar en un estudio que se publicó en 2018 y que busca confirmar con tecnologías de todo tipo la presencia de estructuras militares veraniegas de conquista (o pacificación) de los romanos contra los astures. Más bien ganas de vender titulares cuando no es necesario, porque de por sí este descubrimiento es lo suficientemente importante como para ganarse un sitio en los periódicos de forma seria y rigurosa, al confirmar la vía de penetración romana al Bierzo en la primera guerra 'maldita' del primer Emperador de Roma. Y lo han conseguido arqueólogos del siglo XXI usando sus herramientas de trabajo.

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