'El caso Asunta': nuestra crónica negra

Candela Peña como Rosario Porto y Tristán Ulloa como Alfonso Basterra, los padres de Asunta.

Antonio Boñar

Asunta fue hallada muerta en una cuneta cerca de Santiago de Compostela el 21 de septiembre de 2013, horas después de que sus padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra, hubieran denunciado su desaparición. Las pesquisas de la policía no tardarían mucho tiempo en poner en el punto de mira a esa pareja de padres adoptivos, primero a una madre cuyas exageradas reacciones e incongruentes declaraciones situaron como principal sospechosa casi desde el minuto cero; y más tarde también a su exmarido, cuando se descubrió que había estado suministrando lorazepam a la niña desde hacía meses.

El asesinato de Asunta tenía todos los condicionantes para convertirse en un mediático folletín de la crónica negra española más reciente: familia de clase acomodada en una ciudad pequeña y burguesa, un filicidio cometido por unos padres que finalmente acabarían siendo condenados por un jurado popular, la conmoción e incredulidad social ante la espantosa maldad que se puede esconder tras esa fachada de gente aparentemente normal… Y así ha sido, hasta el día de hoy se mantienen las especulaciones y el morbo con todo lo que tiene que ver con este retorcido crimen que sigue despertando un gran interés entre la opinión pública. 

En el año 2017 se estrenaba El caso Asunta: Operación Nenúfar, una serie de formato documental que indagaba cronológicamente en la investigación del caso, revelando retorcidos detalles sobre las relaciones tóxicas, engaños y secretos que escondía esta familia que podrían haber sido nuestros vecinos del cuarto. Y ahora llega también esta estupenda ficción –casi con el mismo nombre El caso Asunta (2024)– que cuenta con un afamado elenco de actores en estado de gracia y unos directores que manejan los hilos del suspense con la pericia necesaria para que el espectador no aparte los ojos de la pantalla.

La crónica negra o el género del true crime siempre ha sido un sugerente imán para el espectador. Al fin y al cabo no hay nada más atractivo que la inefable naturaleza humana desbocándose hacia crímenes sin sentido, cuando además lo que se nos cuenta ha sucedido en la vida real. Ya saben, la realidad siempre acaba superando cualquier ficción. O dicho de otro modo, la más increíble de las ficciones nunca será más que un reflejo deformado de la realidad.

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