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Emergencia hídrica Canarias

El agua se vuelve un artículo de lujo en Canarias: ''En verano tuve que coger del mar para tirar de la cadena''

Las olas rompen en el pueblo de Punta Mujeres, situado en el municipio lanzaroteño de Haría, Canarias. EFE/ Adriel Perdomo

Natalia G. Vargas

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El silencio reina en Punta Mujeres. Solo el rugido del mar y las conversaciones de los vecinos interrumpen la calma en este pueblo del norte de Lanzarote. Los pequeños barcos amontonados en la costa y las casas blancas con puertas y ventanas azules evidencian que se trata de una localidad pesquera. En sus calles conviven apenas 1.000 vecinos, que en los últimos años han visto cómo el agua ha pasado de ser un bien de primera necesidad a convertirse en un lujo. “Este verano, varios días tuve que coger agua del mar para tirar de la cadena”, cuenta Silvia.

Silvia vive en la misma casa desde febrero de 2022. Entonces, compensaba las reducciones de la presión en el suministro con un hidro que transportaba agua desde un depósito situado en el tejado de su casa. “Cada vez que usaba agua, gastaba electricidad”, cuenta. El verano pasado seguía empleando este método, sin saber que el agua corriente de la calle estaba cortada. No recibió ningún aviso y, mientras tanto, su depósito se iba vaciando. Para estar prevenida, pidió a un fontanero que hiciera que el agua que le entrara procediera directamente de la calle. “Quería enterarme si había un corte y así poder dosificar”, apunta. 

Lanzarote arrastra un grave problema en el suministro desde hace meses. Aunque la isla produce agua a través de grandes plantas desaladoras, el 56,42% de los litros que se producen se pierde en el camino antes de llegar a los hogares. Las infraestructuras son viejas y se producen fugas constantes, que hacen que cada día diferentes pueblos de la isla, en especial del norte, sufran interrupciones en el abastecimiento.

A cambio de obtener el agua directa de la calle, Silvia cuenta con un caudal escaso. “Es insuficiente para una ducha de agua caliente. La presión no es suficiente teniendo el calentador en una segunda planta. Para una ducha fría, es muy incómodo, porque es realmente muy poco caudal”, continúa Silvia. La solución que ha encontrado hasta ahora es ducharse en el gimnasio cuando puede. En otras ocasiones, vuelve a enchufar el hidro para tener más presión de agua. “No entiendo que tenga que usar electricidad para tener agua. Es muy poco ecológico, a parte de un gasto innecesario”, critica. Ahora, está en proceso de presentar una reclamación a través de la Organización de Consumidores y Usuarios contra la empresa Canal Gestión, responsable de la gestión integral del agua en Lanzarote.

Los lanzaroteños han tenido que aprender a convivir con estos cortes y adaptar su rutina. Dosificar lavadoras, cocinar con garrafas de agua o ducharse en casa de amigos y vecinos son algunas de las soluciones que han encontrado. “No entiendo por qué no avisan con un SMS a los consumidores cuando haya un corte en su zona, para que puedan organizarse sin tener que esperar a que sus depósitos se vacíen”, plantea Silvia. 

A trece kilómetros de Punta Mujeres, en la isla de La Graciosa, vive Emese Szelianszky, a la que todos sus vecinos conocen como Messi. La isla más pequeña de todo el Archipiélago no vive ajena a los problemas hídricos de Canarias. Por el contrario, los obstáculos se multiplican. El abastecimiento de toda una isla depende de una gran tubería submarina que la conecta con Lanzarote. Cada vez que se rompe o se avería, comienzan los cortes.

Aunque ahora está en funcionamiento, sigue habiendo restricciones para los 700 habitantes de La Graciosa. “Antes solían dar diez u once horas de suministro, pero ahora suelen cortar al mediodía”, asegura Messi. Fuera de este margen horario, los vecinos procuran no poner ninguna lavadora o tirar de garrafas. “Tenemos que adaptarnos e intentar lavar cuando sí hay agua. Al ducharse uno se adapta a la poquita agua que te llega y a no tener agua caliente”, cuenta resignada la vecina.

Messi no solo sufre el problema en su casa, sino también en la pequeña finca que trabaja con su marido para cultivar su propia comida. “Se supone que nos daban agua agrícola dos veces a la semana. Después pasó a ser un día, y ahora llevamos tres semanas sin poder regar”, critica. Varias veces ha tenido que llevar bidones de agua desde su casa hasta la huerta y señala que sus vecinos podrían haber perdido hasta el 50% de su producción. “Hay personas que cultivan papas y que necesitan más agua. Además, hay que sumar el estrés que genera todo esto y que no se ve. La frustración de ir, ver que no hay agua, poner una reclamación que no llega a nada… Todo eso va a la salud”, advierte.

En Fuerteventura, sus habitantes describen a la isla como un territorio “sediento”, donde la escasez de agua se ha cronificado. Para encontrar soluciones inmediatas, se ha constituido una Mesa del Agua que plantea entre los principales problemas la dependencia extrema de los combustibles fósiles y de las tecnologías foráneas para abastecerse de agua potable. “No están garantizados a medio y largo plazo”, advierten. “Fuerteventura es una isla que, para garantizar una vida digna a sus habitantes, necesita importar el 99% de todo lo que consume”, insisten. 

La principal propuesta de los vecinos pasa por diversificar las maneras que tiene la isla de abastecerse de agua potable. Capturar al máximo el agua de la lluvia, captar el agua de la niebla y el rocío, aprovechar las bolsas de agua bajo los malpaíses o reutilizar las aguas depuradas sin verterlas al mar son algunas de las medidas planteadas. Además, instan a las administraciones a eliminar con urgencia los campos de golf y las grandes piscinas de agua dulce y reducir la dependencia del turismo de masas. 

“Agua para las papas, no para las piscinas”

Las dificultades de acceso al agua se han propagado por todo el Archipiélago. En el caso de Tenerife, el Cabildo declaró en marzo a la isla en situación de emergencia hídrica. Así, varios municipios como Icod, Fasnia, Arico o La Guancha han puesto límites al uso de agua potable. En La Guancha, las restricciones “tanto para beber, como para cocinar o preparar alimentos” permanecerán en vigor hasta nuevo aviso. “Debido a la escasez de lluvias de los últimos tres meses, y a las diferentes averías registradas en la red de distribución del abastecimiento municipal, se ha producido un aumento de la demanda del agua de consumo humano, generando una merma importante en los niveles de agua de los depósitos municipales”, explicó en un comunicado oficial el alcalde, Antonio Hernández. 

Recibir agua a cuentagotas también ha golpeado con fuerza al sector agrícola. La “situación de sequía extrema” ha llevado a la empresa Balsas de Tenerife, dependiente de la corporación insular, a restringir el agua de riego en varias localidades del norte de la isla. Según la empresa, las reservas están registrando mínimos históricos mientras que la demanda por parte de los agricultores ha aumentado para poder hacer frente a las condiciones “excepcionalmente cálidas y secas” que atraviesa el suelo. 

Mientras tanto, la población de Canarias lamenta que se sigan proyectando nuevos complejos hoteleros con piscinas y campos de golf en el sur del Archipiélago, que requieren cantidades ingentes de agua. Esta paradoja llevó a los isleños a gritar en las protestas que tuvieron lugar el pasado 20 de abril en toda la comunidad autónoma “el agua para las papas, no para las piscinas”.

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