El Mar de los Sargazos

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Cuando era niño me gustaban muchos unos comics, entonces los llamábamos cuentos, que trataban sobre un joven pirata, El Cachorro, que deambulaba por el romántico mar de los piratas, el Caribe y por supuesto la isla Tortuga, y cuyo barco se atascaba a veces en el Mar de los Sargazos, un mar lleno de algas y otras especies marinas. Bueno, pues quién me iba a decir que si mis fantasías ya no van desde mediados del siglo XX al Mar de los Sargazos, los sargazos iban a venir a mí en grandes bancadas de algas que hace semanas veo llegar a nuestras costas desde la alta torre en la que habito, perdón, esto ha sonado pelín cursi, aunque yo también estoy profundamente enamorado de mi mujer. Al parecer a bordo de esas algas viajan caballitos de mar, moluscos de amplia gama, huevas de pescado y otras especies que querrán colonizar nuestras costas en plan turismo de masas, concepto aún confuso y suficientemente ambiguo para que todos podamos opinar sin necesidad de someternos a ningún rigor estadístico y presupuestario, amén de lógico. Quien sí nos ha colonizado como el peor turismo de masas posible es el rabo de gato, que campa a su a sus anchas por costas y medianías, como si hubiese llegado a la tierra prometida, la tierra en que iba a extenderse sin otra oposición que la meramente retórica. Nuestro cardonal tabaibal lucha desesperadamente por su supervivencia, una belleza incomparable que se va apagando lentamente en nuestra isla a manos del más rápido e implacable depredador que se haya visto desde los tiempos del pirata Pata de Palo y por lo visto ahora no tenemos ningún Baltasar Martín.

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