El Barrio Romántico de León pierde su librería más antigua, asfixiada por la competencia y la hostelería

Nacho Mata a las puertas de su Librería Torres, en Torres de Omaña en León.

Elisabet Alba

“Liquido y cierro”. La crisis del comercio local, la competencia de los comercios chinos y las plataformas gigantes de venta por internet llevan años apretando hasta casi la asfixia a la Librería Torres, en la plaza Torres de Omaña de León, justo al lado de la Zapatería C. del Río. Ignacio Mata, al que le gusta que le llamen Nacho, estuvo años intentando traspasar un negocio que lo hizo enfermar porque no salían los números, pero ahora ha decidido rebajar precios para deshacerse de toda la mercancía que tiene entre la vuelta al cole y final de este año.

Cambió la informática por la papelería por puro azar hace más de una década. Llevaba un tiempo en el paro, hizo un estudio de mercado para abrir una tienda de venta de ordenadores y se dio cuenta de que ya había más de las que esperaba. “Cogí un plano de León ciudad y con un rotulador fui pintando puntos con las tiendas que ya había. Cuando acabé tenía un mapa todo punteado”, recuerda a este medio. La casualidad quiso que una mañana tomando el primer café del día se encontrase con un anuncio breve por palabras en un periódico en el que se buscaba nueva dirección para la librería que regenta desde julio de 2011.

Hizo frente al traspaso “con los ahorros de mis padres” y con mucha ilusión, “porque yo siempre había querido tener una tienda”. Le gusta el trabajo de cara al público, hablar con la gente, ayudarlos con lo que están buscando, “sobre todo con los niños y los chavales que vienen a comprar las cosas que necesitan para el colegio. Es una forma de colaborar en su formación”, aunque reconoce que también tiene sus partes malas y que en este tiempo le han pedido “cosas muy raras”, se ríe. Los primeros meses le echó una mano Araceli, que la había llevado desde el 1988. Ella le presentó a los proveedores y a los clientes, “y sigo llamándola siempre que tengo una duda”, cuenta agradecido Nacho.

El número 1 de Torres de Omaña lleva siendo librería desde 1936. Se enclava en uno de los bajos comerciales del Palacio del Cardenal Lorenzana del siglo XVIII, que antes de la guerra civil había sido ultramarinos y, su 'cartel' de “pimientos para matanza y vinos de todo tipo”, todavía se puede leer en la fachada si se mira con detenimiento entre la suciedad de casi un siglo y la contaminación del tráfico rodado que circuló por el barrio de Santa Marina, ahora conocido como Romántico, hasta hace un par de décadas. “Los muebles originales los tengo en la trastienda. Ahí estaban cuando llegué y ahí siguen. No han pasado los años por ellos. No se les ha doblado ni una tabla”, y ellos sí que han suscitado ya el interés de más de uno.

Búsqueda de alternativas con mucha competencia, rodeado de hostelería

Antes de decidir cerrar definitivamente, pasó años buscando alternativas en un ambiente en el que crecía la competencia. Los primeros en ponerlo en aprietos fueron los comercios chinos, con precios más baratos y una calidad que fueron mejorando con el paso del tiempo. Después llegaron las grandes superficies y las franquicias. Y la puntilla la han puesto los colegios concertados y la venta online de gigantes en la web. “León es una ciudad de colegios concertados, donde se vende y se compra directamente mucho del material que se necesita durante el curso”, reprocha. Por otro lado, la Escuela de Arte “cada vez tiene menos alumnos” y en los últimos tiempos “hacen bote y compran más barato online”.

Él intentó en un momento poner en marcha su propia página web de venta por internet pero, reconoce, “no funcionó”. Tampoco tuvo suerte con las gominolas envasadas y los recuerdos de León, que sí que vende, pero que no dan para cuadrar la hoja de contabilidad. “Tengo licencia de venta al por menor de papelería y pregunté en el Ayuntamiento si podía cambiarla, por ejemplo por una licencia de bar, y me dijeron que no porque la zona ya estaba saturada”, traslada a ILEÓN.

Si dejasen convertir su librería en un local de hostelería tiene claro que el traspaso se lo hubieran quitado de las manos. “Con el tiempo, el barrio se ha convertido en una especie de centro comercial abierto de bares en los que cambia la tapa y como ocupan las aceras y la plaza con las terrazas, y la gente se aglomera, el resto de establecimientos pasamos desapercibidos”. Y lo que es peor, los lunes, que es el día que suelen cerrar por descanso los hosteleros de su alrededor, “aquí no se ve ni un alma”, a lo que sentencia que “hay que dar vida al barrio y a la gente del barrio”.

De la etapa que está a punto de cerrar se queda con sus “amigos”, los que conforman la pandilla con la que sale y a los que conoció detrás del mostrador de su todavía negocio. De la que está iniciando, que mantiene el contacto directo con la gente porque “te enriquece como persona”. Y tan solo se queda con una pequeña espinita, la de no saber dónde vamos a llegar con las nuevas formas de consumo. “Sospecho que un día no habrá una persona que te dé las buenas tardes con una sonrisa o que te asesore en tus compras”, dice apenado, él que está “muy agradecido” por todo el cariño y atenciones que recibió en sus momentos más delicados en la librería.

“Me duele cerrar después de tantos años”, tanto dinero e ilusión invertidos, pero “la vida es reponerse” y, para eso, “lo mejor es pasar página, buscar otros caminos y mirar hacia adelante”. Desde hace un año compagina la papelería con la venta a domicilio de baterías de cocina. “Estoy ganando lo que no he conseguido con mi negocio”, y además mantiene el contacto directo con las personas. Bajar definitivamente la reja de la Librería Torres será el borrón para empezar una cuenta nueva en la que cambiar los libros y los lapiceros de colores por los fogones y la cocina.

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