Decenas de personas sin hogar en León pasan en la calle el toque de queda y el frío de la capital

Un sin techo en la avenida Ordoño II de León.

C.J. Domínguez

León, en su habitual otoño invernal, es una ciudad que ya ha sufrido noches de helada. Otras con nieblas, otras con lluvia. A la estampa habitual de la estación hay que sumar otra muy excepcional: el vacío total en sus calles desde que es efectivo el toque de queda entre las diez de la noche y las seis de la mañana, acaso la medida más drástica adoptada en la segunda ola para intentar frenar los contagios crecientes de coronavirus, los que vuelven a amenazar con saturar los hospitales de la provincia.

Pero esas calles leonesas, y en esas condiciones climáticas dan duras, no están vacías. Hay decenas de personas sin hogar durmiendo cada noche en la vía pública.

Se les puede ver temprano aún durmiendo entre fardos de mantas y prendas, armados con cartones, antes de levantarse e irse a algún rincón de la ciudad generalmente para pedir limosna. Porque esa es otra: la cuantía de menesterosos se ha incrementado a ojos vista en la ciudad desde el inicio de la pandemia.

Algunos de los sin techo acuden a las escasas plazas para transeúntes que existen en León, menos de 30, porque además las estrictas condiciones higiénicas y de distancias han reducido su número en los últimos meses.

Por ejemplo, de la veintena habitual en el Hogar del Transeúnte, que se gestiona por el Ayuntamiento de León, hay disponibles sólo 13 de la veintena habitual, confirma el hermano Amador, de la orden de San Juan de Dios, que está al frente del centro. “Y ni siquiera se llena, hoy -por el sábado noche, por ejemplo- hay tres habitaciones libres”.

Calor y Café, la Casa Hogar de San Vicente Paúl, también oferta algunas habitaciones y camas como dios manda, pero igualmente mermadas. Y para la hora del alimento, la Asociación Leonesa de Caridad sigue, con todo el esfuerzo y las dificultades del mundo, suministrándoles comida en una bolsa con tupers que “encima nos sale más caro”, a pesar de tener cerrado a cal y canto por el miedo a la Covid el comedor de la Plaza Puerta Obispo del Casco Histórico la capital.

Es de aquí, porque prácticamente todos acuden a por el sustento, de donde sale la cifra de indigentes más certera actualmente en León: “Unos 97 al día, a veces hasta 100, y eso que en marzo, cuando empezó lo de la pandemia, eran unos 70”, contabiliza con toda su experiencia solidaria de años Constancio García, el administrador.

Con estos datos, la cuenta ahora es sencilla: podrían estar teniendo que buscarse la -mala- vida cada día y sobre todo cada noche no lejos de 70 personas.

Para ellos hubo soluciones de choque en marzo. El Ayuntamiento, con apoyo de una empresa dedicada al ocio infantil y juvenil que tuvo que cerrar ante el confinamiento masivo, como tantas otras, y el apoyo logístico de la Unidad Militar de Emergencias (UME) o Protección Civil, abrió a bombo y platillo todo un pabellón de deportes municipal, el de San Esteban, para dar cobijo, techo y comida a los mendigos. Entonces, pasados los primeros días, apenas se podía ver a ninguno por las calles, atendidos como estaban.

La situación acabó durando tres meses y el pabellón volvió a ser pabellón, sin uso deportivo, como prácticamente todos, a mediados del mes de junio. Y desde entonces, mientras los datos de infecciones por Covid bajaban a mínimos y se levantaban las principales restricciones, la situación para las víctimas de la exclusión social curiosamente empeoró mucho.

Tan sólo les beneficiaba que hacía mejor tiempo. Dormir al raso así es mucho más habitual para ellos. No pocos buscan espacios verdes a las afueras de la capital, parques como La Candamia, por ejemplo.

No había mucho más remedio: el comedor social de la Caridad permanecía cerrado, sus habitaciones cerradas y las del Hogar del Transeúnte también quedaron clausuradas varias semanas, con la excusa de una desinfección y limpieza más que en profundidad. Lo denunció el PP ahora en la oposición y le replicó con dureza el PSOE ahora en el Gobierno municipal.

Ahora, llegado el frío y las inclemencias, incluso con un mes de octubre por debajo de la media en cuestión de frío, en la casa de la caridad reconocen que no pocos de ellos están teniendo que alquilar habituaciones o compartir piso; es decir, poniéndolo de sus menguados bolsillos. Más menguados si cabe que otras veces, porque aquellos que dependen de las limosnas estan a verlas venir, estando como estan las calles mucho mas vacias de gente con medidas como el cierre de la hostelería, entre otras.

En la Asociación, eso sí, y a pesar del mayor coste, comida no les falta. A diario, en tuper desechables, reciben un primer y un segundo plato, un bocadillo, agua, una pieza de fruta y un yogur de la mano de las Hijas de la Caridad y voluntarios que regentan la Asociación Leonesa de Caridad. Pero eso no quita que los 'sin techo' estén pasando la segunda ola en León realmente sin ningún cobijo. En lo más invernal del invernal otoño leones.

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