Sociedad Deportiva Ponferradina, un centenario y una deuda con la historia

Equipo de la SD Ponferradina y José Gallego Redondo

Abel Aparicio

Si hay una frase que sirve para definir la pasión que desata el fútbol sería esta del pensador francés Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. El aficionado de un equipo de fútbol muchas veces se habrá intentado explicar a si mismo por qué es de un equipo y no de otro. Como ejemplo, baste aquel anuncio del Atlético de Madrid que apuntaba directamente a lo sentimental. En un coche, un niño le pregunta a su padre: “¿Papá, por qué somos del Atleti?”. Después de un silencio, aparece esta frase en la pantalla: “No es fácil de explicar; pero es algo muy, muy grande”.

El 7 de junio de 1922 se fundó la Sociedad Deportiva Ponferradina. Tras un largo debate sobre la fecha real de su creación, el profesor e historiador José Cruz Vega Alonso presentó un documento que no admitía discusión: el acta de fundación de la Sociedad Deportiva Ponferradina. Los actos del centenario del club ya están en marcha. Un logotipo, un nuevo escudo y un sinfín de actos para celebrar una fecha histórica del club que lleva el nombre de Ponferrada y del Bierzo por toda la geografía nacional. Al equipo blanquiazul, como digo, se le presenta un año especial, lleno de eventos y que quizá coincida con la época más dorada del club, asentado en Segunda División y rozando la temporada pasada los puestos de playoff de ascenso a Primera División.

Hay otra fecha, el 4 de agosto de 1936, hoy hace exactamente ochenta y cinco años. Ese día, un camión se dirigía desde Ponferrada hasta la capital de la provincia. En la ciudad del Bernesga siete hombres iban a declarar en una farsa de juicio que acabaría, entre otros, con la vida del alcalde de Ponferrada Juan García Arias. Sus nombres eran los siguientes: Eliseo Gómez Cobo, Jerónimo Álvarez Pacios, Ramón Fernández Pérez, Ramiro Llaguno Gutiérrez, José Monge Hernández, Florencio González Cañueto y José Gallego Redondo. Este último, José Gallego Redondo, Pepín Gallego, contaba con veintitrés años de edad, era tornero de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) y jugador de la Deportiva. Sin embargo, el camión nunca llegó a León. En el puerto del Manzanal, a la altura del kilómetro 352 de la vieja N-VI se encuentra la conocida como curva de la Retuerta. En esa curva los fascistas hicieron bajarse uno por uno a los siete hombres, ponerse de espaldas a una enorme pared y ver como un cartucho de la Societa Metallurgica Italiana (SMI) de 1931 disparado por los verdugos acababa con sus vidas. Así fueron los últimos segundos de su existencia.

Sería bueno, incluso necesario por salud democrática, que la Sociedad Deportiva Ponferradina rindiese en el Toralín o donde precise un merecido homenaje a Pepín Gallego. A mí, como aficionado de la Deportiva, me llenaría de orgullo. También sería bueno, incluso necesario, que el Estado se hiciese cargo de las exhumaciones de los 114.226 demócratas que permanecen en cunetas a lo largo y ancho de España y no vuelvan a dejarlos una vez más a expensas de subvenciones y del trabajo de voluntarios y voluntarias en diversas asociaciones como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que realizó la primera exhumación en el Estado con métodos científicos.

Hay varios ejemplos de futbolistas que fueron homenajeados como víctimas de la II Guerra Mundial, como es el caso del polaco Jozef Klotz, autor del primer gol de su selección y que murió en un gueto de Varsovia. La Constitución Española en su Artículo 10, apartado 2, dice que “las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las materias ratificados por España”.

Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao dejó escrito: “Non enterran cadevres, enterran semente”. Espero que no tengan que pasar otros ochenta y cinco años para que los restos de Pepín Gallego y las otras 114.225 personas desaparecidas que merecen verdad, justicia y reparación sean enterradas donde sus familiares consideren oportuno. Nos lo debemos como Sociedad.

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