El universo en un alma del Bierzo

obituario josé luis González Hompanera

En la vida de una persona, a veces, se cruzan cientos o miles de seres humanos incluyendo familiares, amistades y compañeros de trabajo. En la vida de una persona, a veces, estos cruces son fugaces y desaparecen, y otros perduran siempre con el mayor de los afectos por la empatía o con profusa distancia por la indiferencia o temor forjados en el tiempo. Pero a veces, muchas menos veces, en la vida de una persona surge un vínculo inquebrantable con otra que perdura durante décadas impregnado de profunda admiración, una persona que sin serlo en origen se convierte en hermano vital, en la asunción del valor humano como ejemplo de bondad, de lucha, de valentía y de respeto por todo lo que vive y de respeto a la tierra que da cobijo a todo lo que vive.

José Luis González Hompanera era uno de esos preciosos seres humanos. El aire del Bierzole brindó su primera inspiración el 12 de abril de 1961 en su casa de San Pedro Mallo, tras nacer con comadrona en el seno de una muy humilde familia cuya vida era entonces calcada a la de miles de familias de la comarca, o sea, sobrevivir cada día en un entorno ciertamente inclemente. Como era habitual en esa época, el destino de aquel joven estaba escrito y a los 20 años y tras aparcar la carrera militar en la Armada, comenzó a trabajar en una mina que sin duda forjó su físico, su carácter y su personalidad martilleando en la oscuridad, rodeado de ruidos hidráulicos, crujidos y explosiones, y respirando aire cargado de fino carbón que, inevitablemente y como en miles de mineros, quedó fijado en sus pulmones como injusta seña de identidad laboral.

En los años 80 y 90 del siglo pasado, José Luis alternaba los descensos a la mina con su pasión por la formidable naturaleza de los montes sobre los que extraía carbón, y su figura como defensor del medio ambiente se fue labrando sin él quererlo con humildad, persistencia y, sobre todo, con sacrificio y valor. Eran los años duros del furtivismo, años en los que no pocos compañeros mineros gastaban sus salarios en armas, vehículos y emisoras para organizarse en la caza de osos pardos burlando a la Guardia Civil, a ecologistas, y a avisar a personas como José Luis que debían tener cuidado...

Eran años en los que algún alcalde y sus colegas disparaban sus rifles a plena luz del día desde la principal calle de, por ejemplo, Palacios de Sil, para abatir algún corzo que se encontrara a tiro en sus adyacentes laderas para disfrutar de un nocturno festín de carne y alcohol en el colegio del pueblo. Conocimos a José Luis en esa época, exactamente en el año 1986. Grupos de personas de Galicia, Asturias y Madrid, unidas por un activismo que conjugaba campañas de educación ambiental en colegios, de repoblación de frutales en los montes, de instalación de nidos artificiales para recuperar las entonces casi extintas cigüeñas blancas, entre otras, con la denuncia de todo lo que permitían nuestras capacidades, de la presa de Riaño a los venenos y de incendios forestales a minerías a cielo abierto pero, sobre todo, volcamos nuestras fuerzas para combatir la caza furtiva desde organizaciones como FAPAS, ADENA (WWF España) y GREFA, entre otras.

José Luis tuvo siempre nuestro incondicional apoyo porque su honestidad y compromiso ambiental y humano era a todas luces incondicional; de hecho, su papel en la defensa del oso pardo fue determinante para reducir el impacto de la lacra furtiva. Sus denuncias permitieron conocer las estructuras y organización de redes de caza ilegal, desencadenando registros del Seprona de la Guardia Civil en decenas de inmuebles en los que se incautaron pieles de osos, urogallos y un sin fín de especies protegidas disecadas, trampas de todo tipo, armas de caza y hasta armas de la guerra civil. Televisión Española desplazó al Bierzo un equipo de Informe Semanal para documentar la lucha contra el furtivismo del oso pardo, y la participación de José Luis fue determinante para acabar con la trama más dañina de furtivos de aquel periodo.

Ese mismo grupo de personas y organizaciones locales y estatales organizaron en 1991 la única expedición española al Mar Pérsico en plena Guerra del Golfo, para hacer frente a la mayor marea negra de la historia y tratar de restacar y curar miles de animales marinos petroleados por la sinrazón de la guerra. Por supuesto, a la hora de seleccionar el equipo humano que iba a trabajar en duras condiciones durante meses en el Golfo Pérsico, incluimos a José Luis. No era biólogo ni tenía formación académica, pero sabíamos que su fortaleza física y mental, su incondicional compañerismo y su amor por los animales eran valores decisivos en la expedición, como así fue.

Siempre recordaremos la carta que enviamos a su jefe en la mina, solicitando permiso para que José Luis aparcara unos meses su trabajo de picador para unirse a un equipo científico y viajar al otro lado del mundo para recuperar aves y tortugas marinas petroleadas. A su regreso de Arabia Saudí volvió a la mina y a su actividad ecologista con su modesta organización Tyto Alba, colaborando con otras organizaciones y personas a las que nos descubrió el fascinante mundo natural, histórico y humano del Bierzo y de toda su comarca. Con él y su devoción por la historia berciana descubrimos pinturas rupestres y castros celtas ocultos sin desvelar en la maleza, sin desvelar para evitar el expolio seguro; con él aprendimos de fósiles que recuperaba de canchales y de la correa de carbón de la mina cuando observaba alguno -a veces pidiendo parar la cinta- y disfrutamos de innumerables y duras caminatas de trabajo por los montes leoneses para poner nombres a las familias de osos que, con los años, fueron recuperándose de aquel umbral de la extinción en el que estuvieron acorralados.

Su compromiso con el territorio del Alto Sil, su naturaleza, su paisaje y su cultura le llevó en el año 2007 a la política siendo elegido alcalde pedáneo de la Junta Vecinal de San Pedro Mallo que agrupa a los pueblos de Matarrosa del Sil, Santa Leocadia y San Pedro Mallo. Caminando con él por aquellos parajes siempre comentaba que se sentía enormemente satisfecho del trabajo realizado esos años en los que se plantaron miles de árboles de especies autóctonas. Para ello peleó y consiguió diversas ayudas de diferentes organismos para arreglar caminos, limpiar monte y dejar ese legado que hoy es visible cuando el porte de muchos de esos cerezos, serbales y robles sobresalen y dan consistencia con sus frutos y bellotas a esa biodiversidad con la que tanto se identificaba y que tanto defendió.

José Luis fue anfitrión de entrañables magostos en frías y nevadas noches de invierno, de estancias en cabañas de piedra talladas a mano, de presentarnos como hermanos a robles, tejos y castaños centenarios y milenarios; este hombre fue sin duda un ejemplo humano de exponente cultural, de amor ciego por su tierra Laciana y por el resto del planeta, un ejemplo de entrega absoluta a su mujer e hija, Tina y Mónica, a su madre Pura, a sus hermanas Rocío y Encarna, a sus hermanos Armando, Manuel y Tomás, y al extenso río de amistades que labró durante 59 de vida a lo largo y ancho de España y con especial énfasis en los últimos años en Canarias.

José Luis nos dejó el pasado 27 de mayo en el mismo Bierzo que lo vio nacer. Su siempre delgado cuerpo, radiante hasta el último día de una energía incombustible, regresa ahora al espacio de donde vino tras regalarnos una vida ejemplar.

No solo fuiste capaz de concentrar y compartir todo un universo de experiencias con estrellas, montañas, bosques, mares y seres vivos desde el Bierzo hacia el resto del mundo, también lograste dar vida a ese sueño cumplido, a los osos de tu tierra, y a todo lo que estos plantígrados representan para el presente y futuro de los humanos en toda su expresión.

Gracias por tu tiempo, hermano, buen viaje.

Desde Madrid, Asturias, Galicia y Canarias, 5 de junio de 2020, Día Mundial del MedioAmbiente:

Ezequiel Navío

José Garcés

María José Morales

Juan Carlos del Olmo

Claudia Schuster

Ernesto Álvarez

Roberto Hartasánchez

Alfonso Hartasánchez

Luis Miguel Domínguez

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