La comunidad 'maker' como vector de resiliencia en la pandemia del Covid-19

Los 'makers' han diseñado y fabricado material de protección contra el Covid-19.

Cesáreo González Álvarez

Los ratones se comieron el plan – Robert Redford en el Manzanares – ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? – ¡Organización, organización! – Una navaja suiza en cada casa.

No estábamos preparados

La situación de emergencia provocada por la pandemia del Covid-19 ha puesto de manifiesto que la mayoría de los países de nuestro entorno no estábamos preparados para hacer frente a una crisis de esta envergadura. El propio presidente del Gobierno de España reconoció en su comparecencia ante la nación del pasado sábado 21 de marzo de 2020 [1] que la falta de preparación ante desastres de esta naturaleza y el incremento de la resiliencia constituía una de las lecciones a aprender por parte de las democracias occidentales.

La principal responsabilidad de los estados es proteger a sus ciudadanos ante peligros que, aunque infrecuentes o incluso totalmente imprevisibles, tienen el potencial de causar daños sistémicos, de gran dimensión, muy extendidos o de una gravedad extrema. Los llamados 'riesgos de cola [gorda]' o lo que el ensayista Nassim Nicholas Taleb denomina 'cisne negro'. Mucho más si se trata de un 'cisne gris' como esta pandemia que ha sido un evento pronosticado desde hace años.

Derivar recursos a prepararse para el futuro en vez de emplearlos en asuntos más urgentes, emplearse en evitar un hipotético desastre cuando no hay señales de alarma en el horizonte, y tomar medidas difíciles cuando el peligro no es ni tangible ni inminente, requiere de líderes que gocen de la confianza y el respeto de una amplia mayoría de la ciudadanía. Nuestras sociedades atraviesan una enorme crisis de liderazgo, así como una profunda división y polarización internas. Es ahí donde debemos encontrar las causas profundas de la ausencia de planes de contingencia y la semilla de nuestras propias penalidades presentes y futuras.

Cuando todo está perdido

Como el protagonista de la película que da título a esta sección, una vez ha estallado la crisis no nos ha quedado más remedio que tratar de achicar agua como hemos podido para mantenernos a flote. Ha faltado previsión, pero no ha faltado iniciativa, capacidad técnica y organizativa, sacrificio, sentido del deber y vocación de ayudar. Empezando por las trincheras, por aquellos en cuyas manos hemos depositado nuestra salud y bienestar como el sistema sanitario, los servicios municipales de limpieza o bomberos, el sector de la alimentación, nuestras infraestructuras críticas de transporte, energía y comunicaciones, nuestra policía o nuestras fuerzas armadas.

También la retaguardia ha mostrado su calidad humana y profesional y su capacidad de adaptación. Muchas empresas han transformado sus líneas de producción, o han aprovechado sus activos para apoyar al sistema sanitario. Han surgido numerosas iniciativas de pequeñas empresas e individuos que han tratado de contribuir a mitigar los efectos de esta pandemia en la medida de sus posibilidades. Y es justo reconocer la labor de la mayor parte de nuestras administraciones públicas y gobiernos que, mejor o peor, se han volcado en atender a los ciudadanos.

Sin olvidar la conducta cívica y ejemplar de la mayor parte de los ciudadanos que nos hemos disciplinado para respetar el confinamiento y que, desde nuestros balcones, no podíamos hacer otra cosa si no enviar nuestro reconocimiento y aliento a quienes se la están jugando para ponernos a salvo. No había plan y no estábamos preparados, pero cada uno hemos sabido encontrar nuestro papel y debemos sentirnos orgullos de nuestra respuesta ante esta situación de necesidad.

Una invitada inesperada

Estos días muchas personas se habrán sorprendido al encontrar en los medios de comunicación referencias a los autodenominados 'maker' [2]. La comunidad 'maker' es un movimiento de individuos apasionados por destripar la tecnología (moderna y tradicional) para usarla, con espíritu crítico, en todo tipo de proyectos, universales y personales, grandes y pequeños, ambiciosos y ociosos. Es una comunidad que, pese a no ser muy conocida por el gran público, está muy consolidada en España especialmente a partir de la popularización de las impresoras 3D. ¡Quién iba a decirnos que chavales (y no tan chavales) a los que solo conocíamos por hacer figuritas de plástico acabasen pasando sus semanas de confinamiento encontrando formas de ayudar a quienes nos están cuidando a todos!.

La reacción de esta comunidad ante el Covid-19 representa la máxima y mejor expresión de sus capacidades y, sobre todo, de sus valores. Vieron el sacrificio de los sanitarios desde sus balcones y no quisieron quedarse con los brazos cruzados. A raíz de la declaración del estado de alarma y ante las informaciones que advertían del riesgo de falta de suministros de equipamiento médico, brotaron a lo largo y ancho del país de manera simultánea diversas iniciativas para tratar de aportar soluciones al sistema sanitario.

Entre esas iniciativas está el forum A.I.RE [3], creado a mediados de marzo para compartir información sobre la creación de respiradores y ventiladores abiertos, que pronto derivó en una comunidad orientada a diseñar cualquier tipo de dispositivo médico. Este colectivo, también conocido como #CoronavirusMakers, tiene ya más de 15.000 participantes de todo el mundo. En sus canales se intercambia incesantemente conocimiento, ideas, preguntas, contactos y recursos y se coordinan diversos equipos con el propósito de producir mascarillas, gafas de protección, piezas en 'T' para poder conectar varios pacientes a un mismo respirador o, el proyecto más ambicioso de todos, el desarrollo de un respirador.

La producción estrella de la crisis del coronavirus está siendo, en el momento en que se escribe este artículo, las pantallas protectoras. Este ya es de por sí un dato indicativo de la capacidad emprendedora, innovadora y de adaptación que tiene la comunidad 'maker' porque las pantallas no figuraban en las primeras quinielas de equipamiento a suministrar a los sanitarios. Pero, sobre la marcha, se comprobó que eran equipos útiles y que su fabricación era viable. Se ha utilizado la capacidad distribuida de la red para diseñar, probar y obtener retroalimentación de los usuarios sobre decenas de prototipos distintos en unos pocos días.

Cuando alguno de los diseños ha 'pitado', cualquiera ha podido descargarlo desde una plataforma web y convertirse en parte de una enorme fábrica que cuenta con células de producción en todos los barrios de España. Desde sus casas miles de 'makers' están fundiendo filamento de plástico sin parar utilizando sus impresoras 3D personales o cortando metacrilato. Muchas empresas, asociaciones y particulares han querido sumarse donando materiales. Se han formado equipos organizados por territorios cuya misión está siendo gestionar la logística de aprovisionamiento y, muy especialmente, de distribución de los equipos a las autoridades sanitarias y a otros usuarios.

Hay cosas que se ven mejor desde arriba

Todo este torrente de energía y creatividad desplegado por los 'makers' se ha encontrado con la colaboración, agradecimiento y simpatía por parte de profesionales sanitarios, empresas, particulares y administraciones. Pero también se han creado disfunciones. Las autoridades sanitarias, desbordadas por la pandemia, han tenido que afrontar el problema añadido de tener que gestionar miles de donaciones de equipos que podrían ser potencialmente peligrosos para los sanitarios porque, como es lógico, ni los productos ni su entrega cumplen con los estándares habituales de suministro. Y adaptar esos estándares a una situación de emergencia no es algo pueda improvisarse o tomarse a la ligera.

También los 'makers' han experimentado situaciones de frustración y estupefacción que podrían haberse evitado de existir una mayor coordinación. En muchos lugares han visto como sus pantallas se han denegado para su uso en algunos centros sanitarios. Resulta difícil navegar a través de las ambigüedades que rodean al empleo de las mascarillas y comprender si tiene sentido realizar aportaciones a nivel de diseño y producción desde la perspectiva 'maker'. Donde las pantallas han sido aprobadas existiría la posibilidad de industrializar la producción rápidamente y pasar a otras escalas de suministro, pero para ello es necesario el concurso de las administraciones.

La Comunidad Foral de Navarra [4] ha sido de las primeras en ordenar esta situación y ha tardado dos semanas en hacerlo. Es mucho tiempo en un contexto como éste. ¡Y son los pioneros!. Esto pone de manifiesto que lo vital que es contar con algún tipo de preparación previa y cadena de mando que coordine desde arriba a todos los agentes del país. Siempre y cuando los mandos dispongan de abundante inteligencia sobre quien es quien, cuáles son sus capacidades y recursos, haya cultivado una mínima relación de confianza que permita una comunicación fluida con todos ellos y sepan dónde 'tocar'. En caso contrario puede ser contraproducente y llegar a entorpecer, crear cuellos de botella y duplicar o diluir los esfuerzos de todos los agentes.

Invertir en resiliencia

Volviendo a las palabras de nuestro presidente, si hay una lección que debemos aprender de esta crisis es que debemos prepararnos para la próxima. El movimiento 'maker' ha demostrado durante esta pandemia ser un activo que contribuye a crear alternativas donde no las hay, a construir un tejido productivo con más capacidad de adaptación al contexto y, por tanto, a generar resiliencia. Cultivar este movimiento es una inversión asumible y, además, es una inversión rentable.

Es asumible porque no requiere del empleo de grandes sumas de dinero. Hasta el momento quien más ha invertido en este movimiento han sido los propios 'makers' que, durante años, han puesto su trabajo, energía, talento y dinero para crear las capacidades que han hecho posible que esta respuesta espontánea a la situación de emergencia sanitaria fuese posible. Algunas universidades privadas y públicas, asociaciones culturales y empresas a través de sus políticas de responsabilidad social corporativa también han contribuido al desarrollo de esta comunidad. Un pequeño apoyo adicional privado y público multiplicaría las capacidades de este movimiento en un orden de magnitud.

Somos un país con una de las tasas más altas de abandono escolar y desempleo juvenil de nuestro entorno. Existe un amplio consenso en que tenemos grandes retos por delante a nivel de reindustrialización, innovación, digitalización y emprendimiento. Retos que son inevitables e impostergables para la reconstrucción de la economía del país una vez se supere la pandemia. El movimiento 'maker' es una bala de plata que, basado en el desarrollo de talento, tiene potencial de impacto en todos y cada uno de los retos anteriores. Invertir en personas es una inversión rentable.

La próxima crisis no tiene porqué ser como ésta, que ha respetado nuestras cadenas de producción y distribución de alimentos, nuestras infraestructuras de logística, de energía, transporte y comunicaciones, pero que podrían colapsar en otro tipo de escenario. No sabemos quién o qué será el próximo enemigo ni cómo ni cuándo ni donde nos golpeará. Suiza tiene fama de ser uno de los países más inexpugnables del mundo porque en cada casa alguien ha recibido adiestramiento y armamento militar. ¿Qué tal si armamos nuestro hogares con conocimiento y herramientas con las que seamos capaces de hacer (casi) cualquier cosa [5]?.

___Referencias

[1] Comparecencia del presidente del Gobierno de España el sábado 21 de marzo de 2020 [Minutaje del 56:18 al 58:18

[2] Podcasts de 'La hora maker

[3] Página web de #coronavirusmakers y foro A.I.RE: www.coronavirusmakers.org

[4] Sala de prensa de Gobierno de Navarra, 26 de junio de 2020

[5] Fab Foundation, página web. https://fabfoundation.org

[Cesáreo González Álvarez es CEO de innovación de tComet y esta opinión se publicó originalmente en LinkedIn

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