Los últimos del pozo Salgueiro: esperando por la Transición Justa un año después del fin de la minería del Bierzo

Jefrey Fernández (izquierda) y Álvaro Rodríguez, un año después en la bocamina del pozo Salgueiro, en Santa Cruz de Montes (Torre del Bierzo)

César Fernández

Jefrey Fernández y Álvaro Rodríguez vivieron en los últimos meses de trabajo en el pozo Salgueiro de Uminsa (Unión Minera del Norte) en Santa Cruz de Montes (Torre del Bierzo) un viaje en el tiempo que les hizo retroceder treinta años hasta pasar del hierro a la madera en el interior de la explotación.

Hacía tiempo que habían cesado las inversiones en material en un sector condenado a la muerte por el fin de las ayudas a la producción de carbón tras el 31 de diciembre de 2018. Pero hasta el último momento se jugó con la idea de la continuidad. Hasta que llegaron las cartas de despido. Y hasta que la mina cerró el 16 de noviembre de 2018. Ayer sábado hizo un año. El engaño, o el autoengaño de una comarca que no quiso ver que su sector emblemático llevaba tiempo sentenciado, tocó a su fin.

Las ramas del árbol genealógico de Jefrey Fernández y Álvaro Rodríguez florecen carbón. De las cuencas de Galicia y Asturias proviene el primero; la familia paterna del segundo se ha ganado en Torre del Bierzo el apodo de 'Tragaminas', el que el último minero de la saga luce con orgullo tatuado en su tibia, mientras a su alrededor, en las instalaciones del pozo Salgueiro operativas hace apenas doce meses, parecen haber pasado un tsunami y cien años de soledad. El funeral tuvo la épica de cerrar la página de un oficio centenario; el cabo de año es la constatación del abandono de un patrimonio industrial indisoluble a la historia reciente de una comarca.

Has estado en la bocamina desde que te comías los mocos. Casi toda la gente a la que conoces ha trabajado ahí. Y tienes ganas de entrar, dice Álvaro Rodríguez

Asentados ahora en la treintena, Fernández y Rodríguez vivieron ya el ocaso de un sector que mamaron de niños en casa y en la calle. “Has estado en la bocamina desde que te comías los mocos. Casi toda la gente a la que conoces ha trabajado ahí. Y tienes ganas de entrar”, confiesa Rodríguez, que se estrenó en Brañuelas en 2009, cuando ya los nuevos mineros tenían prácticamente vedado el acceso a las empresas matrices y se refugiaban en las compañías subcontratadas, donde cobraban la mitad por el mismo trabajo, no veían reconocida su verdadera categoría laboral, ni optaban a una prejubilación.

Fernández comenzó curiosamente en el lavadero de Salgueiro en 2005. Pasó por varias explotaciones (de entre la que destaca en sentido relativamente positivo por las condiciones la etapa en Carbonar en la localidad asturiana de Cangas de Narcea) hasta regresar para cerrar el círculo esta vez en el interior de Salgueiro.

Los dos vivieron a mitad de camino entre la incertidumbre, el orgullo, la épica y la esperanza las grandes movilizaciones de la primavera y el verano de 2012, cuando los recortes emprendidos por el Ministerio de Industria capitaneado por el popular José Manuel Soria pusieron por última vez en pie de guerra al sector. Hubo entonces ciertos cantos de sirena que les animaban a prolongar las medidas de presión como la última oportunidad de integrar la nómina de las empresas matrices y no bajar a la mina por un sueldo de segunda división. “Pero siempre jugaban con nuestra esperanza. Nos han tenido siempre engañados”, señala el último 'Tragaminas' de Torre del Bierzo.

Fernández y Rodríguez entraron juntos en el pozo Salgueiro a principios del año 2015, apenas unas semanas antes de que la mina mostrara su cara más trágica con el accidente que se cobró la vida de un minero experimentado y querido por sus compañeros, José Pereira, que estaba precisamente a punto de prejubilarse tras 22 años de servicio. El trabajo en el interior expone al minero a riesgos que no se calculan cuando uno se acostumbra. “Ahí abajo le pierdes el miedo a todo”, dice Jefrey Fernández. Las que nunca se acostumbran son las esposas, las madres y las abuelas. “Las mujeres no querían que fuéramos a la mina porque sabían que ibas y podías no volver”, completa Álvaro Rodríguez.

No es lo mismo que cierre una fábrica a que cierre una mina. La mina que se cierra no se va a ya a volver a abrir. Es como si muriera un familiar, asumen

Sabían que la mina no era la mejor opción. “Pero los dos rechazamos otras cosas por estar aquí. Fue un orgullo estar manteniendo la tradición de la familia”, dice Rodríguez. “Realmente estabas a gusto. Y decías con orgullo que eras minero”, abunda Fernández. Ambos habían vivido ya otros cierres que cercaban la continuidad del sector en el entorno como los cercanos pozos de Brañuelas, Malavá o Torre. “No es lo mismo que cierre una fábrica a que cierre una mina”, repiten. “La mina que se cierra no se va a ya a volver a abrir. Es como si muriera un familiar”, asumen. El pozo Salgueiro ya era al final una isla en medio de una comarca paradójicamente 'minada' por los cierres. “Le llamaban la isla Perejil. Era una cosa muy pequeña que aún seguía abierta y nadie se explicaba por qué. Era muy dura”, cuenta Rodríguez.

Apenas seis trabajadores de la empresa matriz y una quincena de la contrata quedaban en plantilla cuando comenzaron a llegar las cartas de despido. El cierre de Salgueiro no era uno más. La clausura de la explotación implicaba el punto final a la minería del Bierzo. “Se vive con mucha tristeza por lo que significa en el sentido histórico de poner fin a un período de bonanza económica. Hay un sentimiento de desgarro. Todos aquí nos sentimos un poco mineros, aunque no hayamos trabajado en la mina”, reconoce un año después el alcalde de Torre del Bierzo, el cineasta Gabriel Folgado (Coalición por El Bierzo).

Hay un sentimiento de desgarro. Todos aquí nos sentimos un poco mineros, aunque no hayamos trabajado en la mina, señala el alcalde de Torre, Gabriel Folgado

Jefrey Fernández y Álvaro Rodríguez se quedaron sin trabajo. Y todavía recibieron ofertas para integrar la nómina de otras explotaciones condenadas también al cierre como la mina La Escondida de Caboalles de Arriba (Villablino). Pero el orgullo tiene un límite: el del raciocinio. “Somos mineros, pero no tontos”, sentencian.

Y no iba a ser el último engaño, denuncian cansados de oír promesas de generación de empleos alternativos basados en una Transición Justa que no acaba de pasar del papel a la realidad, sobre todo para Jefrey, que está al paro, la situación mayoritaria de los últimos mineros de Salgueiro con algunas excepciones como la de Álvaro, que sí ha conseguido un empleo.

“Tengo un sentimiento de rabia contenida porque no se han cumplido las promesas”, denuncia el regidor de Torre, que ha visto pasar primero el Plan de Dinamización de los Municipios Mineros y luego la Estrategia de Transición Justa sin apenas resultados para un ayuntamiento que lleva varios lustros esperando por un Parque Motor compartido con Brañuelas sin apenas avances.

Folgado admite el lastre de un “último año complicado” por la concatenación de procesos electorales y un Gobierno en funciones desde hace meses en Madrid que frustra el encaje de alternativas para la reconversión económica de las cuencas, al tiempo que ofrece la colaboración municipal a iniciativas para la exposición de patrimonio minero sin obviar las limitaciones de la acción municipal con unos activos que están en manos privadas.

Los últimos mineros se sienten engañados por la promesas de recolocarlos en la restauración de escombreras. Pero al final todo se ha quedado en promesas y palabrería, lamenta Jefrey Fernández

Los antiguos trabajadores mineros vuelven a sentirse engañados con una Transición Justa que les hizo albergar esperanzas de hallar empleos alternativos incluso en tareas muy vinculadas a su anterior actividad como la restauración de escombreras.

“Pero al final todo se ha quedado en promesas y palabrería”, lamenta Jefrey Fernández tras haber visto con rabia pasar camiones con mineral de importación por delante de las casas de las familias que perdían su sustento o la paradoja de un país que compra energía generada con carbón de Marruecos al día siguiente de cerrar sus minas. “Y la mina no era sólo un trabajo; era una forma de vida”, remarca Álvaro Rodríguez mientras, de fondo, los informativos hablan de una nueva jornada electoral en un bar de Torre cada vez con menos parroquianos por efecto de la despoblación y en el que las alusiones al carbón van desapareciendo a la hora de la partida, la triste realidad de un municipio que hace un año pasó la última página de la historia de un sector emblemático en la comarca del Bierzo.

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