Una vida de más de 100 años tras la barra de un bar que cierra en El Bierzo

Ascensión Ramón, regente durante 100 años de su bar. Imagen de infobierzo.com

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“Mis primeros recuerdos, desde que tenía cuatro años, son detrás de un mostrador”, recuerda Ascensión Ramón, que con sus 104 años echa el cierre a su bar en Bárcena de la Abadía, el bar que lleva su nombre, aunque también llevó otros y se le conocía como la casa de Santos o el bar La Viuda o, simplemente, la casa de Ascensión. En la puerta un cartel, 'Cerrado por jubilación', pone fin a un siglo detrás de la barra para esta mujer, fuerte y de raza, con carácter, de las que ha tenido que hacer frente a muchos tiempos difíciles para sacar adelante a su familia, a sus siete hijos tras quedarse viuda con apenas 45 años.

Para ella es un día triste. “Bárcena de la Abadía, sin escuela desde hace ya muchos años, y ahora sin bar: lugar de encuentro de vecinos y forasteros, lugar de tertulia, entretenimiento, de diversión, en el que se comparten las alegrías y también las tristezas, válvula de escape que se convierte en lugar de terapia”, reflexiona Ascensión, mientras reconoce que para ella es un “orgullo y satisfacción” llegar a esos bien llevados 104 años “con plena capacidad física y mental”. “Le doy gracias a Dios”, agradece, por poder haber estado al frente del negocio todo este tiempo “aunque sólo fuera para charlas con los vecinos, amigos y gente de paso, con los que alguna que otra vez hemos posado para que esos momentos queden plasmados en una fotografía que quedara siempre para el recuerdo”.

Ascensión recuerda aquellos tiempos cuando en la escuela de Bárcena había cien niños, cuando los suyos eran pequeños, y la maestra tenía que hacer turnos de mañana y de tarde. “Ahora sólo hay tres niños y los bajan y suben en coche desde Fabero para ir al colegio”, puntualiza, mientras hace memoria sobre esa época en la que había abiertos hasta siete bares y la alegría los llenaba con canciones y bailes. “Este bar ha sido muy alegre siempre, se hacía bailes y teatros, se cantaba mucho, pero ahora ya no se siente cantar nada en el pueblo”, lamenta la mujer, que también recuerda alguna pelea de algunos hombre “que tomaban un vaso de vino y ya estaban borrachos, no había comida”.

La 'parva' antes de la mina

Eran los tiempos del hambre y los mineros paraban en el bar de Ascensión de camino al pozo, la 'parva' antes de entrar a la mina. “Una copina de orujo para quitar las telas de araña de la garganta, como no comían los pobres, pasaban mucha hambre los mineros”. Eso sí, Ascensión agradece que siempre le hayan respetado detrás de esa barra, primero cuando era el bar de sus padres y después desde que se casó, que fue cuando se lo dejaron para ella.

A pesar de las dificultades y la dureza de la posguerra, Ascensión reconoce que había otra alegría y que había mucha unión en los pueblos, que se ayudaban mucho unos a otros. “Si había que ir a segar el centeno, por ejemplo, siempre había quien ayudara y cuando hicimos esta casa, aquí estaban todos para ayudar a los albañiles con el barro o iban a buscar la piedra con mi marido”, recuerda. “Hago memoria y recuerdo que hemos pasado tiempos difíciles, años de miseria, de guerras, de hambruna, posguerra, crisis... épocas buenas y no tan buenas”, añade esta centenaria, que afrontó todo esos momento con trabajo, para seguir adelante con su despacho de ultramarinos, carnicería, pensión y casa de comidas.

El momento de cerrar

Y con todo lo vivido, este lunes es el momento de “echar el cerrojo” a su bar, que es su casa, por “muchas circunstancias” que le obligan a ello. Eso sí, antes pide reflexionar a “los gobernantes” sobre la situación del medio rural y les recuerda que “los bares en poblaciones pequeñas no pueden soportar los mismos impuestos y exigencias como si estuvieran en la misma plaza Lazúrtegui o en la Puerta del Sol”.

“Llega la hora de agradecer a mis convecinos, a tantas y tantas personas que he tenido la suerte de conocer desde mi niñez, que han pasado por nuestra casa, por ellos hemos estado y llegado hasta aquí, el respeto, la confianza y el cariño que hemos recibido”, agradece Ascensión, que sigue manteniendo abiertas las puertas de su casa, “siempre abiertas a toda persona que nos quiera visitar, siempre habrá un trago para compartir y un rato para conversa”.

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