Aspaym lleva el servicio de fisioterapia al medio rural

Brágimo / ICAL El fisioterapeuta Rodrigo Antón (D), con un usuario realiza ejercicios de rehabilitación en el centro de Sahagún (León)

J. Benito Iglesias/ ICAL

“Aquí me siento mejor que en casa”, resume no sin cierta emoción Pedro, un hostelero jubilado de “72 para 73 años” de Sahagún de Campos (León), quien afirma que utiliza desde su puesta en funcionamiento en octubre de 2016 el primer centro de Fisiomer (Fisioterapia en el Medio Rural), proyecto auspiciado por Aspaym Castilla y León. Él representa como nadie las bondades de un servicio que pretende favorecer la mejora de la calidad de vida de las personas mayores y otros colectivos de vecinos con dificultades de acceso a profesionales dedicados a la rehabilitación, así como el envejecimiento activo de mayores residentes en pequeños núcleos de población.

Paredes de Nava (Palencia), en agosto de 2016, y Villadiego (Burgos), en febrero de este año, son los otros dos centros abiertos en zonas rurales y está previsto que se pongan en marcha también en Matapozuelos (Valladolid), en el primer trimestre de 2019, y Camponaraya (El Bierzo-León) más adelante. “El proyecto apuesta por favorecer la generación de empleo en la Comunidad a través de estos centros de fisioterapia rurales”, explica Anabel Pérez, promotora de la idea y directora del programa Fisiomer en Aspaym Castilla y León, que contaba ya con clínicas y protocolos en atención directa utilizados en sus delegaciones de León, Ávila, Burgos, Palencia y Valladolid tras comenzar con lesionados medulares y procesos de recuperación después de sufrir ictus.

En la materialización del proyecto colaboran ayuntamientos, diputaciones y la Gerencia de Servicios Sociales partiendo de la idea original de Aspaym Castilla y León. La iniciativa se ha trasladado a la federación de la entidad social a nivel nacional y, con apoyo del Ministerio de Servicios Sociales y del Real Patronato de la Discapidad, el servicio de fisioterapia se ha exportado a núcleos rurales de Granada y Baleares, donde ya funciona, y próximamente lo hará en Málaga.

“Desde este programa de rehabitación queremos también colaborar en el traslado de las necesidades de los usuarios de zonas rurales a los CEAS. Allí los asistentes sociales les pueden ayudar y facilitar el acceso a distintos servicios para mejorar su calidad de vida. En nuestro proyecto queremos además que con el paso del tiempo se implante la figura del asistente personal”, añade Pérez.

Servicio de cercanía

“Se me dormían las cervicales y ahora estoy mucho mejor, aunque todavía tengo problemas de movilidad en las manos”, agrega Pedro, usuario de la clínica de Sahagún a quien desplazarse a Valencia de Don Juan, a 43 kilómetros de distancia, o a León, a 60 kilómetros, le suponía un calvario. “No fui por que es un lío de miedo y me tenían que llevar”, sostiene con vehemencia, y añade que acude para recibir tratamiento de fisiterapia incluso una hora antes de la cita concertada.

“Casi a diario hablamos un rato y luego hago la bicicleta, las poleas y recibo la sesión de rehabilitación. Sin tratamiento sería un inútil y a todos los vecinos que me preguntan les digo que el trato aquí es una maravilla”, dice en alusión a Antón, Iván y María, celador y fisioterapeutas, respectivamente -todos muy jóvenes- que atienden el servicio.

Junto al calor humano, la terapia rehabilitadora y la palabra -que también cura- otro factor destacado es la compañía que se da a muchos pacientes que en algunos casos viven solos. Los tratamientos que se ofrecen tratan de evitar en la medida de lo posible, o retrasar en el tiempo, una intervención quirúrgica, colocación de prótesis, operaciones de columna o problemas circulatorios.

Antón, celador de la clínica de Sahagún de Campos (Léon), dice con una sonrisa: “Menos dar masajes hago de todo”, desde dar citas, cobrar a los pacientes, ayudarles a colocarse en las máquinas o prestar apoyo para caminar o a subir por la rampa de acceso. En 24 meses han pasado ya por la clínica 2.500 pacientes, con una media actual de 24 al día. “Vienen personas con las que da gusto trabajar y los conocemos a todos. En mi caso soy de Sahagún y los dos fisios de pueblos muy cercanos. Quien quiere acudir aquí puede hacerlo, sobre todo gente del camping y peregrinos que hacen el Camino de Santiago especialmente en verano”, indica.

Honorato, de 82 años y con problemas de espalda que a veces le provocan mareos, acude ocasionalmente a recibir tratamiento conduciendo su propio vehículo desde Santamar de Monte, municipio situado a 15 kilómetros de Sahagún. “Con la terapia mejoro mucho y la clínica está cerca. Irme más lejos conduciendo resultaría complicado o tendría que coger el autobús de los viernes, por lo que el desplazamiento sería mucho peor”, arguye.

María José ejerce como fisioterapeuta en el centro de Sahagún casi desde su apertura. “Hay muchos pacientes crónicos y al venir habitualmente, o coincidir tomando algo en la calle, somos como de la familia. Se da un servicio necesario en zonas rodeadas de muchos pueblos pequeños y es evidente que el trato es más cercano que en una ciudad”. Iván, también fisioterapeuta, lleva año y medio en el puesto y reconoce que trabajar en su comarca de origen es un lujo. “Tardas muy poco en venir y resides en la zona que te gusta. Mucha gente antes no acudía a tratamiento al no tenerlo cerca ni poder desplazarse. Ahora ven cómo la evolución de sus dolencias es muy favorable”, sostiene.

Paredes de Nava

Ana Belén, la fisioterapeuta del centro rural de Aspaym en Paredes de Nava (Palencia), lleva nueve meses en su trabajo en una zona cuya población se duplica en verano y donde se da servicio a la comarca, con personas que se desplazan desde Becerril, Cisneros o Villaumbrales. “En invierno, ya que muchos vecinos tienen casa en la ciudad, la media es de diez pacientes pero en los meses veraniegos la cifra es mucho mayor y se refuerza el personal”, arguye.

En esta línea señala que la mayor parte de los personas atendidas son gente de edad avanzada, en algunos casos dependientes y con imposibilidad de desplazarse a la capital. “Hay muchos pacientes crónicos que vienen casi a diario, por lo que siempre ves caras conocidas. Se trata de mejorar su calidad de vida y quitar carga al centro de salud. En lugar de tanta pastilla un poco de fisioterapia viene muy bien y compensa porque se previenen dolencias”, dice sonriendo Ana Belén, al tiempo que recuerda que la gente joven también pasa por el servicio, caso de los futbolistas del CD Paredes e integrantes del club de atletismo de la localidad terracampina para tratarse de lesiones.

Lugares sin profesionales de fisioterapia

Anabel Pérez, directora e ideóloga del programa Fisiomer en Aspaym Castilla y León, aclara que se buscan nucleos rurales que tengan la necesidad del servicio y se abren centros de fisioterapia donde no haya profesionales que ejerzan la fisioterapia. “A parte de la rehabilitación ofrecemos desde la entidad un asesoramiento sobre la accesibildiad del domicilio. Es decir, orientamos a personas con problemas de movilidad a través de terapeutas ocupacionales que apoyan especialmente a pacientes mayores en esta faceta para solucionar problemas o barreras de todo tipo que se les puedan presentar en sus casas”, manifiesta.

La directiva de Aspaym recuerda que una de las principales finalidades del proyecto Fisiomer se centra en que los habitantes de estos núcleos rurales puedan degenerar en una situación de dependencia problemática no sólo para el usuario sino para las familias y servicios sociales, que derivaría en la búsqueda de soluciones a la población de mayor edad.

En todos los pueblos con clínica de fisioterapia se activa el mismo protocolo que viene aplicando la entidad social en sus diferentes centros. La rehabilitación tiene lugar en días alternos y se tratan diferentes patologías neurológicas (lesión medular, ictus, ataxias, esclerosis múltiple, patologías infantiles); y problemas músculo esqueléticos (fracturas, osteoporosis, pinzamientos vertebrales, artritis, artrosis, etc). “Se ofrece siempre un tratamiento personzalizado en función de las necesidades de cada usuario”, enfatiza Pérez.

El protocolo de actuación consiste en una valoración previa de quien demanda el servicio adaptada a las necesidades específicas y en base a cada patología. El tratamiento se divide entre la terapia manual; la electroterapia (magnetoterapia, presoterapia y corrientes analgésicas); y las sesiones de mecanoterapia. “Los usuarios reciben aproximadamente hora y media de rehabilitación y se les aconseja un mínimo de cinco a diez sesiones, en función de los objetivos de recuperación y con precios asequibles basados en el tipo de tratamiento y los días de atención recibida”, concluye.

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