Pasear tras 80 años por el lugar que cuidó de los recuerdos de una guerra convirtiéndolos en paz

Nati, leonesa refugiada en Francia durante la guerra civil posa con la Medalla de la Ciudad de Sées (Orne, Francia).

Marta Cuervo

El secreto de Nati es que todo le parece normal. Y así, después de conocer la historia de su vida en tercera persona, una vez recuperada del susto que no le dejó viajar a su feliz pasado en Sées (Orne, Francia) con la primera comitiva organizada por su familia, esta leonesa de Armunia me espera sonriente en uno de los restaurantes de moda de la zona de la Palomera, con un álbum repleto de fotografías para enseñarme, una medalla bien guardada en un estuche de terciopelo, y un montón de emociones retenidas a duras penas en su pecho, y que ya anuncian sus ojos brillantes. “Una persona de hace 96 años, después de todos los cambios que ha vivido a lo largo de su vida... Algunos mayores rechazan los avances, ya no quieren entrar en esa dinámica. Pero ella es diferente. Ella todo lo acepta como natural, se adapta muy bien, y por eso no aparenta la edad que tiene”, apunta su nieta Marta muy orgullosa.

La leonesa Natividad Fernández Calvo fue una niña refugiada en Francia, en Sées – Orne, durante la Guerra Civil Española. Allí, ella fue muy feliz, tanto que consiguió durante unos meses olvidar los horrores de la guerra. A sus 96 años, Nati nunca ha dejado de rememorar y compartir con los suyos las sensaciones que los meses de su exilio dejaron grabadas en su corazón. Tanto que su familia organizó un viaje para volver el pasado mes de junio. Pero la fatalidad del destino hizo que Nati enfermara y no pudiese acompañar a sus hijos y nietos en su deseado viaje, que prometieron repetir si la protagonista de la historia les acompañaba.

Unos meses más tarde, a primeros de este octubre, Nati lo consiguió. Se recuperó y volvió a pasear por Sées – Orne, pudo visitar la casa del alcalde de su época Charles Forget, el seminario, el lavadero y otros tantos lugares recorridos una y otra vez en su imaginación. Además, el actual alcalde de la localidad francesa, Jean-Ives Houssemaine, decidió entregarle la Medalla de la Ciudad.

Como si sólo hubiesen pasado 5 minutos en lugar de 80 años

Nati estaba contenta porque su familia había regresado a su adorado Sées, pero estaba deseando ponerse bien para poder volver ella también. Por eso, en cuanto el médico le dio el permiso, de nuevo organizaron el viaje, al que en esta ocasión se animaron seis mujeres: dos hijas, tres nietas y la protagonista de la historia.

“Cuando llegamos fuimos a la casa donde yo vivía con el alcalde y sentí que nada había cambiado. Estaba en las mismas condiciones, tenía las ventanas pintadas del mismo color, más viejo, pero igual. Me sorprendió que estuviera todo tan bien conservado. También fuimos al lavadero y al seminario, y pude reconocer todos los lugares donde yo estuve”, explica Nati todavía emocionada. “En el Ayuntamiento, el alcalde no se separaba de mí, como si me conociera de toda la vida. Tenía muchas ganas de verme. También fuimos al cementerio a ver la tumba del alcalde y de su hijo, y les llevamos caramelos como hacía él con nosotros”, continúa.

La vida de Nati durante su exilio en Francia

Nati conserva momentos imborrables de su exilio en Francia. “Sólo dormí un día en casa del alcalde. Al llegar a Sées, como veía que algunos refugiados salían yo pensé, 'Dios mío, ¿cómo voy a estar todo el día en el refugio?, voy a hablar con el alcalde'. Y hablé con la mujer, y le pregunté si me podía ir a su casa a limpiar. Ella me dijo que sí, y al día siguiente me fui con ella. Me mandaba limpiar algo y yo lo hacía. Y allí comía, y allí dormí el primer día. Pero me di cuenta de que por la noche prefería volver al seminario para hablar con mis compañeros. Entonces desde la casa del alcalde me dejaban hacerlo así y me acompañaban todos los días hasta el seminario, donde había guardias que llevaban un control de quién entraba y salía. Yo tenía un pase y así iba y venía. Los chicos franceses de nuestro tiempo también iban a vernos, teníamos baraja y nos sentábamos a jugar encima de la cama. Lo pasábamos bien”, apunta detalladamente la leonesa.

“El alcalde era muy bueno, una persona maravillosa, pero con todos; a todos les iba a ver y a todos les dejaba caramelos debajo de la almohada. Hay veces que me pillaba dormida, pero otras veces no. Me daba un beso y me daba los caramelos. Aunque el alcalde de ahora también es bueno”.

Sobrevivir a la guerra en León

“Entre la familia teníamos la costumbre de ir a pasar unos días a casa de parientes. Entonces, después de que mi primo estuviera en mi casa 8 días, me fui yo a la suya a pasar otros a Santa Lucía, en Ciñera, donde estaba la mina, a casa de un tío, hermano de mi padre”, narra Nati, hechos ocurridos en el verano de 1936.

Pero estalló la guerra y Nati no pudo regresar a su casa en Armunia. “Mi hermano consiguió llegar hasta Santa Lucía con otros amigos por el monte, 8 chicos en total. Le dije que se quedara allí conmigo y no quiso. Al día siguiente se marcharon, yo no quería por si les pasaba algo, y efectivamente les mataron a los 8. A mí no me lo querían decir, pero yo lo sospechaba al ver tanto revuelo”, apunta apenada.

La estancia de Nati en casa de sus tíos se alargó, y una boca más para alimentar era un problema en aquellos tiempos de hambre. “Mi tía me quería mandar también por el monte para mi casa, porque se acababa la comida y no había para todos. Entonces tenía 14 años y yo tenía miedo por si me mataban como a mi hermano”, detalla. “Fuimos a Villamanín, donde para mantenerme ocupada escogía lentejas, donde estaban los soldados, y allí una familia del pueblo, le dijo a mi tía que se marchara que yo me podía quedar con ellos. Y me quedé, sin pasar hambre. Estuve muy bien, él era del Comité, era un socialista, y cada vez que iban cogiendo un pueblo nosotros íbamos marchando, hasta llegar a Gijón donde embarcamos hasta Burdeos, y luego a Cataluña”, añade Nati, que estuvo un año en Cataluña, donde recuerda “ir a por cerezas con otros chavales para poder comer”. Pero los recuerdos felices de Nati perteneces a Sées.

Un reencuentro inesperado en la estación de tren

De Francia la leonesa regresó porque la reclamó su madre. “Mi madre me escribía, pero yo nunca recibí las cartas; cuando llegaba la carta yo ya estaba en otro sitio. Cuando la guerra terminó, arregló las cosas y me reclamó porque yo era menor de edad. Estaba deseando, llevaba tres años y medio sin verme”, declara. El reencuentro fue muy emocionante: “Estaba en la estación con otras dos chicas que venían conmigo, de otros pueblos de León. Nada más llegar teníamos que ir al Gobierno a presentarnos, y mi madre, como vendía pescado, tenía un carro e iba a recoger el pescado a la estación, me vio de perfil y echo a correr gritando: '¡mi hija, mi hija!'. Así nos encontró; ella a mí. Los compañeros del pescado la dijeron que se marchara a por mí, que ellos se hacían cargo del carro y de la mercancía. Mi madre fue con nosotros al Gobierno y las otras dos chicas se fueron a su pueblo. Pero cuando llegué al pueblo y vi a toda la familia, al día siguiente, ya me quería marchar otra vez a Francia”, confiesa sonriente. Pero también comprendía la difícil situación de una madre de cuatro hijos, viuda, con una hija mayor encarcelada, presa política por representar la función republicana 'El sol de la humanidad' (se llama Amelia, tiene 100 años y vive en Barcelona), un hijo asesinado, y sin saber dónde estaba Nati.

Nati con hija de refugiados Agnes Uguen.

Nati relata que “en León estaba todo sucio, y en Sées todo limpio”. “Aquí veía las cosas muy mal. En Sées yo estaba encantada. Lo peor fue que la familia que me recogió en Villamanín con la que me fui a Francia, no pudo volver hasta que las cosas no estuvieron bien. Solo podían volver los menores, sino los metían presos. Cuando me casé fuimos a verles y estuvimos con ellos comiendo. Mantuvimos siempre el contacto”.

Lazos incondicionales que unen a desconocidos

En su viaje de vuelta, Nati se reunió con una andaluza que también fue una niña refugiada, tres años menor que ella. “Es de Málaga, ella estaba trabajando en una peluquería”. Agnes tampoco quiso separarse de Nati durante todos los días que estuvo en Francia. “Hija de exiliados, esta señora siempre se ha dedicado a atender a los refugiados. Conocer a Nati, quizás para ella fue llenar también una parte de su vida, estaba emocionadísima”, apunta Marta. “Me abrazó como si fuese su amiga de toda la vida”, confiesa mirando a su nieta.

El alcalde Charles Forget murió en 1945, justo el año en el que se casó Nati. “Lloraron mucho el día que marché, y nos dieron muchos regalos. Nos escribimos mucho tiempo, y luego se extraviaron las cartas, después de tantos años, se perdieron”. Pero volver a Sées, para esta valiente leonesa, ha sido como volver a verles a todos ellos, al alcalde, a su mujer, a su hijo, a la familia que la recogió en Villamanín y le dio la oportunidad de llegar hasta Francia... “Alguna vez había soñado con volver. Ellos me decían que fuese, que me mandaban el billete, pero mi madre decía que cómo iba a ir otra vez. Luego me casé y ya no pudimos ir, empecé a tener hijos y cambió la cosa”.

Recibir la Medalla de la Ciudad de tus recuerdos más bonitos

El alcalde le regaló un libro con fotos antiguas y una sorpresa muy especial que ninguno se esperaba: la Medalla de la Ciudad. Nati, en esta ocasión, llevó al alcalde un grabado de León, para que conociera su ciudad, a la que probablemente venga con su mujer. “Yo creo que vendrán el año que viene. Me gustaría mucho que vinieran, y si hay que volver, ¡pues yo vuelvo!”.

Mientras espera, Nati ahora tiene nuevos recuerdos para compartir y para rememorar su querido pueblo francés, ilustrados con un montón de fotografías que guarda junto a su brillante tesoro en forma de medalla.

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