El vino de oro de León

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Carlos J. Domínguez

Si Las Médulas, minas auríferas que hoy son Patrimonio de la Humanidad, son el máximo exponente de la fiebre del oro de los romanos en la actual provincia de León, hay expertos que sitúan en otro punto en el origen de aquella fiebre de los primeros moradores latinos: en el suroeste leones, en los cauces de los ríos Jamuz y Eria.

No es un mito. Es una realidad. Bateándolos a la vieja usanza aún hay quien puede tener la suerte de sorprenderse del hallazgo de minúsculas pepitas del preciado metal, armándose de una paciencia infinita, eso sí. Y desde hace apenas cuatro años, y con no menos empeño ni paciencia, hay quien ha podido sacar buen partido de ese filón. Pero contra todo pronóstico, se trata de una bodega de vino, una pequeña empresa casi recién nacida pero que está dando poco a poco unos resultados tan brillantes como el mismísimo mineral.

Los responsables de Fuentes del Silencio, en la localidad de Herreros de Jamuz (municipio de Quintana y Congosto), intuían que al hacerse cargo en 2014 de algunas pocas hectáreas de viñedo añejo pisaban un suelo especial.

Un filón de terroir

Pero han venido a ser expertos científicos, en concreto de de la empresa californiana Biome Makers, los que han llegado a una conclusión que les hace únicos: el terroir de la bodega leonesa presenta condiciones de mayor diversidad que más de 600 suelos analizados en España, Italia y Estados Unidos.

¿Por qué? Porque el terreno se asienta en una antiquísima explotación aurífera, de tantas que los romanos prospeccionaron en la comarca en busca de oro. Y los romanos sabían bien lo que hacían si de explotar riquezas naturales se trataba.

Con el apoyo inicial del mejor enólogo del mundo

El estudio norteamericano ha certificado que el suelo “goza de un microbioma singular por estar asentado sobre sedimentos auríferos, formados por conglomerados arenoso-arcillosos”. Los sedimentos auríferos comportan la presencia de bacterias que son capaces de oxidar hierro y sulfuros, por lo que se las relaciona con el ciclo biogeoquímico del oro. De ahí que la hayan nominado como un excepcional Auro Terroir. Y por si eso fuera poco, “cuenta con una población de 959 especies diferentes identificadas”.

Miguel Ángel Alonso y María José Galera, sus propietarios, los que se lanzaron a la dura y apasionante fiebre del buen vino con el apoyo inicial del prestigioso enólogo berciano Raúl Pérez (galardonado como el mejor del mundo en 2015), reconocen que se llevaron “una sorpresa mayúscula” con “una microflora tremendamente específica” que le otorga a la fermentación de sus uvas una característica “muy floral y aromática”.

Cepas de cien años

Esa joya había que pulirla. “Teníamos pocos viñedos, aunque hemos ido comprando y fuimos aprendiendo, pero esos pocos eran centenarios”, comenta Alonso con el entusiasmo de un niño. Esas cepas históricas no son sólo de la variedad Prieto Picudo local, cuyos caldos le permiten haberse integrado en la Denominación de Origen (DO) León (así se denomina ya, en vez de Tierra de León). También abunda la Mencía, tan identificada con la comarca de El Bierzo, o la Alicante Bouschet.

Todo ello en un emplazamiento “colonizado por el sotobosque de encinar, lo que fomenta que el terreno sea silvestre, y por tanto la comunidad microbiana no se haya modificada drásticamente”.

El primer vino bajo la etiqueta de Fuentes del Silencio vio la luz en 2015. Y el éxito en aquella añada ya se materializó en una Medalla de Oro en Bruselas el pasado año. De ahí a situarse entre los diez mejores para el ABC en 2018, calificaciones por encima de 90 puntos en la Guía Peñín de la cosecha de 2016 o el empujón de que la crítico del Financial Times Jancis Robinson les subiera al podio de los mejores caldos de Castilla y León.

¿El primer Vino de Pago de Castilla y Leon?

“Ahí vamos, creciendo muy poco a poco, con nuestras pequeñas 25 hectáreas, trabajando partes de nuestra tierra todavía con azada”, remarca Alonso, empeñado en mantener la áurea autenticidad de su terruño y sacarle partido con el lógico paso de conseguir ahora ser certificados como viñedo ecológico. Y avanzan hacia otra veta tan ambicioso como encontrar un gran filón de oro: convertirse en el primer Vino de Pago de Castilla y León, dentro de un selecto grupo que hoy sólo se sitúa en Toledo, Ciudad Real, Albacete, Cuenca, Navarra, Valencia y Zaragoza. Algo que “ya estamos tramitando ante la Junta de Castilla y León”.

Junto al jefe de viñedo, Alberto Aldonza, y los jóvenes pero experimentados enólogos Marta Ramos y Miguel Fisac, vallisoletanos 'cultivados' en algunos de los mejores vinos de Burdeos, Estados Unidos, África o Nueva Zelanda, el equipo humano de Fuentes del Silencio no tiene prisa. Como aquellos que pisando el río Jamuz que baña su bodega, batea en mano, extraían pepita tras pepita de oro hasta conseguir el suficiente para conseguir toda una joya.

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