Cien años de la muerte de Gumersindo de Azcárate, el leonés que cambió España

Un retrato de Gumersindo de Azcárate - Fotografía: Fundación Sierra-Pambley.

Jesús López de Uribe | Infografía: Dativo

Si Gumersindo José de Azcárate y Menéndez-Mora hubiera nacido en Estados Unidos o en Inglaterra sería probablemente uno de los personajes que saldrían en las películas de época y en las series de televisión actuales, con edificios públicos de alto nivel a su nombre y con estatuas en todas las ciudades. Una celebridad al estilo de los grandes intelectuales honrados por la cultura anglosajona como vitales para entender su Sociedad y cómo han llegado hasta la modernidad sus países. Sin embargo, nació en León, una de las ciudades más olvidadas de España y, como gran intelectual de tradición republicana, sus logros fueron hechos desaparecer durante la dictadura franquista. Hoy, 15 de diciembre, se cumplen cien años de su muerte.

Es decir, que una de las figuras más importantes en la Educación y de las Reformas Sociales en nuestro país ha sido olvidado por casi todos. Pero es tan importante que, al menos en su ciudad de origen, tiene una biblioteca a su nombre: la suya propia situada en la Fundación Sierra-Pambley, a la que se la donó ya que era su patrono. También un colegio de Armunia y un pabellón deportivo en León se llaman así en su honor, además de una calle en el Barrio de la Inmaculada de la capital leonesa. Otra en Madrid le recuerda hoy. También tuvo otra en Gijón, la actual Munuza, pero se la retiraron en 1937 cuando cayó el Frente Norte en la Guerra Civil en manos de los franquistas, que no ha sido recuperada aún.

Pero sigue siendo un completo desconocido no sólo para los ciudadanos de a pie leoneses, sino para los españoles, pese a ser el hombre que acabó con la usura como ya contó en su momento ileon.com. No es precisamente pecata minuta, pero en la práctica nadie sabría decir de sopetón quién fue aquel incansable intelectual. Ni siquiera tiene estatua alguna.

Catedrático de Estadística, abogado, diputado y líder republicano, legislador, pedagogo y reformista social; hasta el rey Alfonso XIII quería atraerle a su causa e intentó que fuera nombrado presidente del Parlamento, a lo que él se negó para no verse obligado a mantener relaciones oficiales con la Corona. Se cuenta una anécdota muy divertida en la cual aceptó una reunión con el monarca, lo que creó una gran expectación en la Prensa de la época. A la salida de aquel encuentro, ante decenas de periodistas que le aguardaban impacientes, por la novedad política que representaba la audiencia, pronunció una frase que se hizo inmensamente célebre: “Salgo de aquí habiendo dado mi opinión y tan republicano como entré”.

Relegada su figura por las autoridades del siglo XXI, de la forma en que los políticos españoles olvidan a los grandes hombres de España, tiene entrada propia no ya en la Wikipedia, sino entre las biografías de la Real Academia de la Historia. En ella que indican que también fue académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, socio y secretario del Ateneo de Madrid y vicepresidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia con 33 años. Es decir, saben que fue importante, pero no lo magnifican en su justa medida allí donde deben hacerlo, para que los ciudadanos recuerden quién fue y qué hizo por ellos.

Su posición como republicano y reformador social hicieron proscrito su nombre en la dictadura franquista —pese a haber tenido hasta un sello de 30 céntimos en la Segunda República (o precisamente por ello) y haber sido un personaje de los más importantes de la época de la Restauración a caballo entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX—, lo que hizo que la falta de medios y la prudencia en la incipiente Democracia de 1978 llevara al olvido a los grandes próceres de la Restauración en favor de los republicanos, pese a que Azcárate fuera uno de los ejemplos tomados por la Segunda República para su visión modernizadora de España. Los políticos españoles, andados los años, hicieron lo habitual con las figuras que les hacen sombra (sobre todo por comparación): ofrecerle homenajes institucionales, pero no populares.

Fundador de la Institución Libre de Enseñanza; lo llamaban “el Jovellanos leonés”

Es tal su productividad como inmensa su capacidad. Comenzó siendo letrado de la Dirección General de los Registros y, a partir de 1873 (cuando le nombraron vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia), se dedicó a la carrera universitaria, donde ocupó la cátedra de Economía Política y Estadística. Pero en 1875, con una defensa a ultranza de la Libertad de Cátedra, fue expulsado de la Universidad por el Gobierno junto a personajes tan importantes en la Historia de España como Francisco Giner de los Ríos, Emilio Castelar y el primer ex presidente de la Primera República, Nicolás Salmerón.

Fuera de la Universidad creó la Institución Libre de Enseñanza al año siguiente. Junto con Sierra-Pambley, Giner de los Ríos, y Bartolomé Cossío comenzó a trabajar en un nuevo sistema educativo en el que León, y la Fundación Sierra-Pambley, fue crucial para desarrollar lo que sería la Formación Profesional. Cinco años después volvió a la Universidad, pero obligado a dar clase de otras disciplinas distintas a la suya: Historia General del Derecho Español, Instituciones del Derecho Privado y, finalmente, Legislación Comparada.

Con una actividad pública portentosa, y de la escuela Krausista, fue miembro del Consejo de Instrucción Pública, vicepresidente de la Junta de Ampliación de Estudios y primer presidente del Instituto de Reformas Sociales, lo que le facilitó ser el impulsor principal impulsor de la Ley de Represión de la Usura, en 1908, conocida aún como Ley Azcárate y con vigencia en la actualidad.

Escritor prolífico, y de muy alta altura intelectual y ética, las obras principales del llamado Jovellanos leonés fueron de juventud, en la treintena: 'Estudios económicos y sociales' (1876), 'El self-government y la Monarquía doctrinaria' (1877) donde hablaba de conceptos como el autogobierno; 'Estudios filosóficos y políticos' (1877); sin firma y como crítica al Decreto Orovio que lo expulsó de la Universidad, 'Minuta de un testamento, publicada y anotada por W...' (1876). Y ya en su madurez, con 51 años, en 1891, 'Concepto de la Sociología'. Gumersindo de Azcárate fue elegido por primera vez diputado por León en 1886, provincia a la que seguiría representando veinte años más hasta las elecciones de 1917. Fue, como se ha visto, uno de los líderes republicanos más reconocidos en el país. Murió a los 77 años precisamente ese año 1917, tal día como hoy tras haber sufrido un infarto cerebral dos días antes en una reunión del Instituto de Reformas Sociales. Trabajando por mejorar la vida de los necesitados.

Entre la intelectualidad española, su figura sigue siendo un ejemplo de excelencia. El premio Gumersindo de Azcárate del Colegio de Registradores ha sido concedido a figuras tan relevantes como Enrique Múgica o Mario Vargas Llosa.

Un jurista reconocido internacionalmente, del que el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de León, Francisco Carantoña asegura que “no debe caer en el olvido”. En ello está la Fundación Sierra-Pambley, de la que fuera su presidente en los últimos años de su vida, ha celebrado este año su centenario y esta semana, un simposio sobre su vida que termina hoy mismo.

“Gumersindo de Azcárate es uno de esos raros personajes que en cualquier país democrático sin una historia como la española sería reconocido sin discrepancias por todas las tendencias políticas. Solo la intransigencia más reaccionaria pudo intentar borrar su memoria”. Estas palabras de Carantoña resumen, en esencia, lo que España depara la mayoría de las veces para sus grandes hombres en la Historia. Sobre todo para aquellos que yendo a contracorriente de los intereses de los poderosos llegaron a ser ejemplo para todos los demás. Es hora de reivindicar su figura de una vez por todas.

Y para todos .

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